Elegía de abril

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Lo bello y lo triste

Con su clásica capacidad para crear filmes cargados de lirismo, Gustavo Fontán indaga en la memoria de su familia.

Gustavo Fontán elabora cine como si elaborara sueños. Combinando sus sensaciones y su cotidianidad crea imágenes -leves o marcadas distorsiones de lo real- que, a la vez, generan nuevas y múltiples sensaciones en el que mira (o, mejor dicho, siente) sus películas. Pequeños milagros sensoriales.

Elegía de abril nos deja un sedimento de belleza y melancolía, de asombro y resignación ante el paso del tiempo, de tristeza infinita ante la ausencia y, también, de consuelo por las pequeñas huellas dejadas en los otros, por la continuidad generacional. Elementos de un autor de enorme sensibilidad y valentía. De un realizador que jamás condesciende a lo que esté fuera de su pulsión artística: al mercado, por ejemplo.

Elegía ...es la segunda película de “El ciclo de la casa”. La primera fue la extraordinaria El árbol ; la próxima será La casa .

Elegía ...comienza con el hijo de Fontán, Federico, bajando de un placard los libros de poemas que el abuelo del realizador, Salvador Merlino, había enviado a imprimir antes de morir, en 1959. La madre de Fontán, Mary, recuerda en esas primeras secuencias a su padre escritor. También lo hace el tío de Fontán, Carlos, hermano de Mary. Pero, poco después, ella, tal vez arrebatada por la angustia, se niega a seguir participando en la película.

¿Qué hace Gustavo Fontán? Convoca a Adriana Aizenberg y a Lorenzo Quinteros, para que ocupen los roles de los dos hermanos que evocan, no siempre verbalizándolo, al padre muerto. Obviamente, no oculta este mecanismo; no procura hacer un docudrama . Al contrario: cruza a actores y no actores en un ejercicio de efecto onírico. Traspasa, deliberadamente, las difusas barreras de lo que consideramos real e irreal. ¿Son irreales los componentes del arte o de los sueños? Claro que no. Fontán sabe transmitir esta afirmación a través de imágenes tan delicadas como hermosas y dolorosas, cargadas de reflejos, sombras, fragmentaciones, enfoques y encuadres nuevos, texturas y sonidos.

La vejez, la muerte, el ejercicio de la memoria y, sobre todo, los legados generacionales recorren la obra del director. Somos la memoria de quienes nos han precedido y por supuesto lo que hacemos con eso. Fontán opta por hacer cine. Las secuencias en que su cámara capta en 16 mm a su hijo captando, en digital, a su abuela o a la representación de su abuela provocan un efecto de continuidad generacional, de modesta inmortalidad humana.

Por último: existe tensión entre Mary y Carlos. El no quiere “bajar a papá del ropero”. Ella sugiere “bajarlo y donarlo”. Antes de este estreno, Fontán regaló ejemplares de Elegía ...(un canto de Merlino a la muerte de su padre) junto con copias de su película, del mismo nombre. Una toma de posición ante la vida; un modo conmovedor de recuperar a su abuelo que ha muerto y que no ha muerto.