A decir verdad, “Eliminar amigo” se hizo esperar más de lo debido. ¿Cuánto podía demorarse la producción de una película conformada íntegramente por el lenguaje y la lógica de las redes sociales? Es, a fin de cuentas, una técnica más en el universo del found footage, pero revestida de modernidad y de guiños a quienes se pasan buena parte de su vida atornillados a las pantallas. En teoría se trata de jóvenes, pero es una generalización engañosa. Detrás de cualquier perfil revolotea por Internet lo más variopinto de la fauna terrestre. ¿Por qué no un fantasma?
El sorprendente éxito de “Eliminar amigo” (el título original es “Cybernatural”) se debe a la novedad formal. Ya ocurrió con “El proyecto Blair Witch”, “Actividad paranormal” y la carreteda de falsos y terroríficos documentales que no paran de rodarse. “Eliminar amigo” transcurre en tiempo real y sus protagonistas se hacen ver, escuchar y leer por medio de Skype, Facebook, YouTube, Gmail y hasta Spotify. La pantalla de cine se convierte, durante casi una hora y media, en una pantalla de tablet, notebook o celular. O si se quiere, de alguna obsoleta PC. Es un anzuelo para stalkers y voyeuristas virtuales: la posibilidad de husmear en la vida de los demás desde la butaca. Espectadores que pueden sentirse hackers por un rato.
Todo ese artificio costó un millón de dólares y lleva recaudados más de 35 millones. Un negoción que promete secuelas de toda laya.
El problema -para “Eliminar amigo”, claro- es que el cine sigue tratándose de narrar historias. Hay mucho aspirante a cineasta obsesionado por la originalidad formal. ¿Y la calidad del cuento? Aquí hay una presencia inquietante que se infiltra en la web para atormentar a seis jovencitos e inducirlos a hacer cosas horribles. Los está castigando, claro. Todo eso es superficial, previsible, de mal gusto y un poco estúpido. Pero en el cine no se puede cliquear para pasar de pantalla.