Muchos padres están preocupados por el rol que cumple la computadora en la vida de sus hijos adolescentes, y se quejan de no comprender la fascinación que el universo de las redes ejerce sobre los más jóvenes. Eliminar Amigo no habla estrictamente de eso, pero bajo su apariencia superficial de peliculita de terror adolescente –que muchos adultos ni siquiera se detienen a observar en la cartelera– se esconde un material completamente recomendable para intentar comprender ese lenguaje que nos excede y donde se ponen en evidencia, tal vez como en ningún otro sitio, las diferencias de percepción generacionales. Lo que sorprende de la película es el procedimiento, digno del mejor cine de terror de todos los tiempos: poner en la pantalla miedos inconscientes que no sabíamos que teníamos, y hacerlos signos de nuestro tiempo. Básicamente, hacernos vivir nuestras propias pesadillas. Utilizando las pequeñas esperas, ansiedades y frustraciones con las que lidiamos día a día en el universo informático –esperar una descarga, aguardar la apertura de un programa, desear una respuesta que no llega– la historia se va cargando de una densidad inusual, logrando lentamente enrarecer lo conocido y abrir las puertas de lo inverosímil.
El formato visual redefine todo lo visto hasta el momento en términos de poner en pantalla material supuestamente encontrado –ese sub-género que inauguró El Proyecto Blairwitch – y se vuelve completamente original: vemos solamente la pantalla de la computadora de una linda chica que mantiene videollamadas con su novio y sus amigos. De este modo, la vemos a ella a través de la cámara de la pantalla, y también a ellos, cada uno en su casa. Hay un usuario que no pueden eliminar de la conversación, y que será el principio del desorden: eso que no pueden ocultar y que ha venido a buscarlos. La película no traiciona nunca sus propias premisas: jamás pierde la perspectiva “skype”, donde las únicas cámaras son las de las computadoras de cada personaje, y tampoco abandona el punto de vista de la chica protagonista. Ese apego a los recursos se transforma en solidez narrativa y colabora en gran medida con la sensación de asfixia general, tan palpable que incluso nos hace pasar por alto ciertas escenas algo forzadas, sobre todo en la última media hora. Pero también esto es terror y tiene un toque bizarro que es inherente al género.
La mirada sobre los asuntos adolescentes no resulta para nada ingenua. La película se convierte en un retrato terrible de un momento vital donde los límites del dramatismo no existen, y donde parece no haber posibilidad alguna de reflexión sobre las acciones propias o las de los demás. Impacta sobre todo la estridencia con la que son planteados los problemas, las traiciones, los secretos: los personajes son atravesados por una histeria agobiante, que causa verdadera angustia. La violencia en la que están inmersos trasciende la situación puntual y parece ser parte fundamental de los vínculos y los afectos. El trabajo de sonido de la película acentúa esta sensación, ya que los sonidos estandarizados de la comunicación, conocidos por todos, se mezclan con gritos, disparos, ruidos desesperantes; como en la percepción de un psicótico, ficción y realidad ya no tienen frontera.
Pocas cosas asustan tanto –y sobre todo en la adolescencia– como la exposición de nuestros secretos a la mirada general. La internet es una posibilidad constante de que eso suceda: en cualquier momento podría salir a la luz nuestra información acumulada, nuestros chats, nuestras imágenes. ¿Cómo nos sentiríamos si se revelara lo que tenemos oculto? ¿Cómo es ser adolescente en un tiempo donde la exposición al ridículo es una posibilidad cotidiana? Eliminar amigo es una buena película de terror porque nos propone un espejo clásico y nuevo a la vez, ese que se empeña en mostrar nuestras deformidades y hacernos sentir miedo de nosotros mismos.