El retrato de los cambios culturales contemporáneos suele descolocar al cine, más allá de las buenas intenciones de sus realizadores y el uso eficiente de todas sus herramientas narrativas y artísticas. Hay algo en muchos de los intentos de retratar hechos de la actualidad que hace que sufran de una aparentemente inevitable simplificación de los acontecimientos reales. Es lógico, dado que los sismos que producen nuevos paradigmas sociales suelen contener mucha más complejidad y matices de los que es posible reflejar en un largometraje realizado en medio del proceso de renovación. El hecho de que Ella dijo esquive ese obstáculo y relate con aplomo los detalles de la investigación del diario The New York Times sobre la conducta de Harvey Weinstein, es tal vez uno de los mayores logros de una película que consigue sumarse a la larga tradición de films sobre la labor periodística desde una perspectiva nueva, que le hace justicia a la historia que está relatando.
Para recapitular: en 2017, el diario norteamericano publicó un artículo firmado por las periodistas Jodi Kantor y Megan Twohey en el que se daban detalles de los abusos cometidos por Weinstein a través de los años, y el sistema de protección y silencio instalado en la industria del entretenimiento que permitía y avalaba su conducta. Aquella investigación provocó las primeras fisuras de un sistema para subyugar y silenciar a las mujeres que trabajaban en el cine, desde las actrices más reconocidas del mundo hasta las jóvenes asistentes cuyas vidas fueron irremediablemente afectadas por los abusos a los que fueron sometidas.
La película dirigida por la realizadora alemana Maria Schrader (Poco ortodoxa), pone la mirada en Kantor (Zoe Kazan), Twohey (Carey Mulligan) y en las primeras víctimas del productor -ahora encarcelado con una condena de 23 años por abusos y violación, y en pleno juicio en Los Ángeles-, que se animaron a contar sus experiencias públicamente interpretadas, entre otras, por Samantha Morton, Jennifer Ehle y Ashley Judd, protagonista real del caso que aquí se encarna a sí misma.
Sin salir en lo formal de ciertos convencionalismos de puesta en escena, el film sí aporta una novedad fundamental: a diferencias de otras grandes películas sobre investigaciones periodísticas como Todos los hombres del presidente, En primera plana y The Post: los oscuros secretos del Pentágono, aquí el punto de vista de las investigadoras se alinea con el tema en el que trabajan y su género es un factor determinante en el relato. Que Kantor y Twohey sean dos periodistas femeninas y madres de hijas pequeñas no es un detalle colorido o periférico a la historia, sino su centro. Sin caer en sentimentalismos ni en golpes bajos, el guion construye a dos personajes tan genuinos como empáticos, dos mujeres muy distintas entre sí, valientes -cada una a su modo-, imperfectas y muy conscientes de serlo. Su humanidad y la de las diferentes víctimas y testigos que aparecen en la película resuenan más fuerte por el hecho de que la perspectiva con la que fue realizado el film es una de las consecuencias directas que provocó la investigación reconstruida en la ficción adaptada del libro She Said, escrito por las periodistas.
En ese juego de espejos, la guionista Rebecca Lenkiewicz desarrolla un virtuoso hilo que va desde los antecedentes de Twohey escribiendo sobre las denuncias de abuso que pesaban sobre Donald Trump, por entonces candidato a la presidencia de los Estados Unidos, y el modo en que su triunfo catalizó la idea de la investigación del New York Times sobre Weinstein. Otro de los aciertos del film es dejar a su villano siempre fuera de cuadro para transformarlo en una ominosa presencia que, de todos modos, ejerce inmensa influencia sobre los personajes y cuyos modos amedrentadores se sienten -y escuchan- durante todo el relato. La única escena en la que “aparece” el abusador es de espaldas y con la cámara fijada en la mirada expresiva Mulligan, una sinfonía de desprecio y triunfo ante el monstruo intentando dar sus últimos zarpazos.
El foco puesto en las vidas tanto profesionales como personales de sus protagonistas se equilibra con las historias íntimas de las víctimas retratadas, sin perder de vista que lo que está en juego en la historia es la opresión, intimidación y abuso sistémico a todo un género, una perversa estructura cultural de la que Weinstein era apenas uno de los emergentes. Si el film logra ese difícil balance es en gran medida gracias a las interpretaciones de todas sus actrices y especialmente las de Kazan y Mulligan, un dúo a la altura de la historia que Ella dijo consigue contar.