Alegre vagabundeo de una regocijante Deneuve
El título es bien claro. Ella se va. Ella, es una señora viuda bastante bien conservada, dueña de un pequeño restaurante de provincia, con leves problemas económicos, familiares y sentimentales. Leves, comparados con otro problema inmediato: es domingo, todo está cerrado y no tiene cigarrillos. Impulsada por una bronca se ha ido a tomar aire, y ahora recorre los pueblos en busca de un pucho.
Así, como una cosa lleva a la otra, va por los campos de Francia, desde Bretaña hasta la Alta Saboya, se cruza con variedad de gente amable (y de la otra también, pero menos), despierta bien acompañada en un par de camas, se desvía en ayuda de una hija díscola y de paso hace amistad con su nieto, al que apenas conocía (como cabe imaginar, no es una relación inmediatamente buena), y en una de tantas vueltas se termina reencontrando con sus viejas compañeras del certamen de Miss Francia 1969. Ahí aparecen nada menos que Milene Demongeot, Valerie Lagrange y otras glorias bien conservadas, algunas de ellas auténticas participantes de aquel encuentro. Y en su casa había quedado otra gloria, la casi nonagenaria Claude Gensac, que hizo de esposa de Louis de Funes en por lo menos diez comedias, y que ahora actúa solo de sentada, pero no da ninguna lástima. Maliciosamente regocijante, la escena que tiene con Deneuve.
Relato pequeño y agradable, disfruta la colaboración del guionista Jérome Tonnerre, veterano de muchos trabajos más exigentes con Lelouch, Yves Robert, Claude Sautet, Leconte, etcétera. Este lo hace de taquito. Por su lado, la directora Emmanuelle Bercot agrega dos buenos aportes: el marido Guillaume Schiffman, director de fotografía, y el chico que hace de nieto, Nemo Schiffman, que resultó candidato al Cesar como revelación masculina por esta película. Un poco larga, pero simpática.