Ella

Crítica de Diego Batlle - La Nación

En su cuarto largometraje como director (primero concebido íntegramente por él y distinguido hace pocos días con el premio Oscar al mejor guión original), Spike Jonze construye una historia de amor poco convencional entre un hombre y un sistema operativo.

Theodore Twombly (otra magistral interpretación de Joaquin Phoenix) es un hombre atribulado y en pena. Alguna vez un escritor promisorio, ahora se gana la vida escribiendo cartas íntimas a pedido. Y sufre con cada recuerdo, cada vestigio de una intensa relación afectiva que resultó en fracaso.

Más allá de que mantiene algún esporádico contacto con su ex pareja (Rooney Mara), con una amiga depresiva (Amy Adams) y con un compañero de trabajo (Chris Pratt), Theodore es un solitario casi patológico. Ambientada en un futuro cercano (¿o que ya llegó?), la nueva película del realizador de ¿Quieres ser John Malkovich? es un ensayo lúcido e impiadoso sobre esta época en la que una herramienta tecnológica puede anestesiar, tapar, "maquillar" esa crisis existencial: una conexión virtual para desconectarse del doloroso mundo real.

Y en esa virtualidad aparece "ella", el sistema operativo que se hace llamar Samantha (la magnética, seductora voz de Scarlett Johansson, que reemplazó durante la posproducción a la original de Samantha Morton) y que despertará en nuestro antihéroe las reacciones más inesperadas y contradictorias: se enamorará, se obsesionará, sentirá celos, intentará controlarla.

A pesar de cierta frialdad en el vistoso diseño en el marco de una Los Ángeles deshumanizada y del tono melancólico de la película (amplificado por la música de Arcade Fire), Ella es una apuesta romántica que excede por mucho el mero ingenio de su propuesta inicial.

En la credibilidad y en los múltiples matices de la historia, mucho tienen que ver la convicción y ductilidad de Phoenix (que vuelve a sostener, como en Los amantes y The Master, largos y complejos primeros planos con sus "máscaras" perfectas) y el aporte no menor de Johansson para darle entidad -incluso "física"- a un personaje que, en principio, sólo existe a partir de su voz.

La gran paradoja de la película -y lo que la hace más inquietante- es que el protagonista por momentos parece una máquina anodina, mientras que el sistema operativo contratado por el cliente se comporta -en todo sentido- como una mujer "de carne y hueso".

Mucho se ha escrito sobre las referencias (desde el personaje de James Stewart en Vértigo hasta el clásico relato de Pinocho), pero lo cierto es que Spike Jonze ha sintonizado como pocos con los conflictos humanos de esta época contradictoria, angustiante y al mismo tan interesante para el análisis. Tiempos de consumismo exacerbado, de estímulos constantes y, a la vez, la auténtica era del vacío.