El vaso vacío.
Si hay algo más lamentable que Ella, nueva obra pretensiosa, intelectualoide y banal realizada por Spike Jonze, gran director de videoclips, es el chato y unilateral protagonista de la película y el alarmante abandono por parte del director hacia un personaje al cual básicamente nunca llegamos a conocer. Por lo tanto, lo que le pase o no, nos importa poco y nada.
Pero si Ella es lamentable, no es porque el Theodore de Phoenix se lamente de sí mismo -y pretenda que nosotros también lo hagamos por él- o esté todo el tiempo en modo apagado, sino porque su director no cree ni en él, ni en el amor (o peor, no sabe lo que es) y tampoco en el cine. Después de todo, qué se puede esperar de un realizador que confunde amor con egoísmo y complejidad con pretensión de tratar de abarcar lo inabarcable de la manera más burda posible. El resultado es el siguiente: personajes (o personaje y voz) que se la pasan hablando toda la película; lo que no sería un problema si dijeran de vez en cuando algo verdaderamente profundo. En vez de eso, Theodore expone a cada rato cualquier sentimiento que se le viene a la mente en su verborragia catártica de sillón de terapia, y Samantha, bueno, es únicamente voz. Entonces, lo único que propone la película es un ida y vuelta de afirmaciones monótonas y cortas para definir estados de ánimo o en otras palabras, cómo sonaría una charla entre dos twitteros: “Estoy feliz, estoy triste, estoy deprimido, estoy enamorado, me siento solo”. Cuando no están ocupando su tiempo hablando de esa manera, se dicen el uno al otro frases que intentan ser metafóricas como “El pasado es solo una historia que nos contamos a nosotros mismos”, lo que termina convirtiendo a la película en una obra banal, al igual que esa excesiva e irritante tonalidad instagrameada y pastel.