"Ensayo sobre el amor 2.0"
Hay que tener talento, no solo para atrapar al espectador con una premisa tan simple como extraña, sino también para dejarlo inmerso en el reflejo de un mundo tan fantástico y cercano del cual resulta imposible desprenderse fácilmente.
Spike Jonze puede sonar familiar para aquellos que están al día con los videoclips musicales de muy buenas bandas (desde Pet Shop Boys, R.E.M, Björk y Arcade Fire) y también para los consumidores de esos cortometrajes independientes que aparecen silenciosamente en la web y permanecen allí por un largo tiempo sumando nuevos fanáticos y adeptos que los mantienen vivos gracias al boca en boca (el más reciente de ellos, “Im Here”).
Dentro del cine, Jonze es conocido básicamente por “¿Quién quiere ser John Malkovich?” y “El ladrón de orquídeas”, aunque en su filmografía también aparece una excelente adaptación literaria de marcado tono infantil y nostálgico que bajo el nombre de “Donde viven los monstruos” esquivó las salas no solo de nuestro país sino también de otros lugares del mundo debido a una injusta decisión de los productores del film.
Precisamente aquella disparatada medida parecía haber sido brutalmente certera y eficaz para alejar a este joven realizador (que aunque le cueste creerlo, también es uno de los creadores del show televisivo “Jackass”) de la pantalla grande. El paso del tiempo y la insistencia de Jonze para conseguir al menos un estreno reducido terminarían dando muy buenos resultados, colocando aquel trabajo entre los más logrados de su filmografía.
Muy cerca de cumplirse cuatro años de la aparición de “Donde viven los monstruos” (film que además, sigue siendo el más costoso de su corta carrera), aparece “Ella”, lo que representa un salto estupendo y notable en la carrera de un realizador que, si bien estaba acostumbrado a indagar y reflexionar sobre temas profundos de forma llamativamente original, jamás había logrado ofrecer un resultado tan armonioso y pretencioso como el de esta película.
En “Ella” Jonze combina la fantasía del”hombre que se enamora de su computadora” con una eficaz e interesante alegoría sobre las relaciones humanas en los tiempos que corren, sobre todo teniendo en cuenta la época dorada de la evolución tecnológica y la fuerte expansión de las redes sociales que estos atraviesan.
Lo que es extraordinariamente maravilloso dentro de esta propuesta es lo sencillo y ameno que resulta para el espectador darse cuenta del objetivo que persigue el relato: no estamos frente a un film que busque entretener, sino más bien cara a cara con una propuesta que nos lleva de la mano y nos invita a indagar sobre los límites, los tiempos y las etapas del amor, tanto desde un análisis racional como desde lo netamente emocional.
Cuesta muchísimo tratar de entender en nuestra propia realidad que las personas somos seres emocionales que racionalizan el mundo donde viven y no viceversa, por lo que la aparición de películas que indaguen sobre este asunto deben festejarse y celebrarse no solo limitándonos al espacio físico que propone una sala de cine, sino también aprovechando el proceso de aprendizaje y ejerciéndolo la idea día tras día.
Quedará marcada en nuestra cabeza por un tiempo la imagen de Theodore (un excelso y correctísimamente aprovechado Joaquin Phoenix) charlando con la voz de Samantha (Scarlett Johansson) sobre la dimensión del amor, casi siempre reflejados a través de una cámara que abusa del plano medio corto y que cuando se expande nos vuela la cabeza con pincelazos de las ciudades de Los Angeles y Shangai (otro gran trabajo del suizo Hoyte Van Hoytema).
Quedarán también en nuestros oídos esas dulces melodías compuestas por Arcade Fire para musicalizar esta intrépida y única relación amorosa entre un hombre y una maquina.
Pero lo más importante de todo es que lo que seguramente perdurará mucho más en el tiempo será esa infalible respuesta que propone Jonze a la siempre exigente hipótesis que plantea que en el amor nada es imposible.