Spike Jonze goza –o padece, depende del caso– de la originalidad. Creador de fábulas fantásticas en tono amable (“¿Quieres ser John Malkovich?” o la no estrenada, y muy buena, “Donde viven los monstruos”) donde lo que menos importa es lo que suceda de extraño y lo que más, lo que el comportamiento humano hace con ello. Aquí narra la historia, situada en un futuro no demasiado lejano, de un hombre solo (Joaquin Phoenix) que compra un sistema operativo “de compañía”, una voz –la de Scarlett Johansson, perfecta– que lo acompaña y lo enamora.
Pero esa voz, ese sistema, crea su propia conciencia y, entre la comedia y el drama, establece tensiones con el protagonista. Hay otra mujer, real, interpretada por la excelente Amy Adams, pero el núcleo es la relación entre lo real y lo virtual o, más bien, los límites de esa cosa tan difusa que llamamos “realidad”. El film funciona bien, como una máquina narrativa. Pero hay también algo de impostación en su dulzura, incluso en su humanidad, como si Jonze estuviera demasiado atento a satisfacer todos los flancos posibles de su historia.
Y es en ese tono, que parece casi un vehículo para el propio lucimiento, donde esta historia de amor se resquebraja. Incluso si el absurdo logra penetrarla e insuflarle el saludable aire de comedia, nos quedamos con la impresión de que se nos cuenta algo de más, de que quizás la historia sería más bella siendo más breve. Original, sí; amable, también. Solo un poco decepcionante.