El amor en tiempos de soledad
Todo ocurre en un indeterminado tiempo futuro, no muy alejado del presente. Las primeras imágenes del film muestran un frío universo en una gran y tecnologizada urbe. Theodore, (Joaquin Phoenix), un hipocondríaco habitante de edificios vidriados, trabaja en una empresa donde escribe cartas por encargo de clientes que precisan un discurso para expresar afectos y deseos que no saben exponer, pero que pueden pagar.
El suceso que dispara la línea argumental es una curiosa adquisición del protagonista, un sistema operativo con una extraordinaria capacidad de comunicación, verbalizada por una encantadora voz femenina que dice llamarse Samantha (Scarlett Johansson), con la que va estableciendo una relación cada vez más armoniosa, hasta que ambos se enamoran.
“Her” aborda con intensidad la extraña historia de amor que van a mantener este hombre y una seductora voz/alma que conoce sus gustos y necesidades.
El quinto elemento
“Her” muestra las volátiles facetas del enamoramiento y se pregunta constantemente por su quintaesencia, un término actualmente casi en desuso, creado por los alquimistas para denominar la verdadera naturaleza de las cosas en su estado más puro y perfecto. En el vínculo que establecen Theodore y Samantha, la idea del amor está en la mente, en los recuerdos, en los sentimientos y sensaciones aún en la ausencia del cuerpo. Siguiendo las reglas de la estructura clásica de la película romántica, el argumento explora el costado abstracto, invisible y contradictorio de un vínculo sentimental. Parte de un argumento insólito pero su materia prima está en la mirada de uno y en la voz de otro.
El guion se vuelve filosófico al preguntarse por los límites sobre lo que es real y expone que no hace falta un cuerpo para transmitir y recibir sensaciones: todo está en la mente, en los recuerdos y sensaciones, donde el sexo interviene, pero trasciende más allá de lo físico y palpable, con la paradoja de que en el más visual de los medios se trabaje con otras sensorialidades. El oído surge como detonante del amor, casi como encuentro directo con el alma del otro, si es que por alma se entiende la risa, la manera de acariciar con las inflexiones de la voz, y ese tipo de seducción que se esparce como un perfume diferente sobre las figuras tonales.
Amor y mitologías
Sostenido por una soberbia fotografía y por una magnífica banda sonora, el director nos convoca a una ceremonia de afectos verbalizados en la que consigue “carnalizar” la ausencia física de Samantha aprovechando la sedosa y sugerente dicción de Scarlett Johansson. El guión irá deparando sugerentes vueltas de tuerca para los sentimientos crecientes que alcanzan una puesta en escena riquísima en hallazgos y situaciones hondamente perturbadoras.
Alejado del malvado emperador que encarnó en “Gladiator”, Joaquin Phoenix consigue uno de los mejores papeles de su carrera, en una línea afín al personaje que hizo en “Los amantes”, de James Gray. Como contrapeso intenso de la mirada y la expresividad facial de Joaquin Phoenix, el film tiene a la voz de Scarlett Johansson, quien no sale ni un minuto en pantalla pero hace su mejor rol desde “Perdidos en Tokio”. Scarlett demuestra que no es necesario salir en pantalla para hacer un papel de peso. Por su parte, Amy Adams, a pesar de que tiene una pequeña intervención, también realiza una adorable interpretación que se cierra en un precioso plano final. Ella funciona como un complemento depresivo y femenino del introvertido Theodore.
El talentoso director y guionista Spike Jonze se mete con esa burbuja que implica el amor, la construye (y deconstruye) tan delicadamente, como un cuento de Bradbury, quien si estuviese vivo, habría disfrutado de este hermoso relato, delicado, inteligente y divertido. Una delicia en lo visual y con una banda sonora capaz de sostener esa constante poesía melancólica donde también aparecen todas las debilidades del amor y su repertorio de “pequeñas magias inútiles” (Borges dixit).
Tanto visto como un hito de la ciencia ficción romántica o un cuento futurista y conmovedor, la historia de Theodore y Samantha resulta mucho más real que la mayoría de historias de amor que abundan actualmente en la gran pantalla. Fervorosamente recomendable, “Her” está hecha con la pasta de las películas de culto.