Un seleccionado de actrices sin gracia
La comedia es un género demasiado noble y cuando está mal hecho, se nota mucho. Otros géneros tienen mecanismos más comunes, que aunque los resultados no sean del todo redondos al menos sirven para que el ritmo sostenga lo demás. En la comedia lo que importa -más allá del ritmo narrativo- es el humor, y no sólo eso: es el humor, pero también su construcción. Un gran chiste mal contado, es igual que la nada. Incluso, una comedia no precisa estar repleta de chistes, lo gracioso se da por una respiración, por un tono en la mirada que trasciende lo grave para arrojar un punto de vista socarrón. Por otra parte, es un género que se nota demasiado cuando se están forzando las situaciones para que resulten graciosas, cuando los intérpretes quieren ser ocurrentes y nada resulta. Todo esto sucede en Ellas saben lo que quieren, comedia francesa mainstream de la actriz y aquí debutante en la dirección Audrey Dana.
Seguramente una comedia mala genera mucha pena. Pero una comedia mala repleta de figuras que han sabido estar mucho mejor, genera muchísima más pena, incluso vergüenza ajena. Porque ahí tenemos a Isabelle Adjani, Laetitia Casta, Marina Hands, Vanessa Paradis, Sylvie Testud y más figuras de primer y segundo orden del mundo del cine francés, queriendo ser graciosas, irónicas, sarcásticas, socarronas, atrevidas. Pero nada de eso sucede en este muestrario más o menos convencional de mujeres y sus conflictos.
La que descubre su identidad sexual, la que no puede construir un lazo, la que tiene problemas estomacales cada vez que se enfrenta a un hombre, la que padece un matrimonio conservador y aburrido, la fría y exitosa empresaria que fracasa en el amor. Y hay más de esos estereotipos que, en realidad, no tienen nada de malos por sí, pero que aquí, amontonados y sin gracia, generan más tedio que otra cosa: y cada historia busca un tono propio, desde la comedia romántica convencional a lo escatológico. A favor de Dana hay que decir que los 116 minutos de su película están integrados por tantas subtramas, que uno como que avanza con el relato por inercia debido a que las historias no se fragmentan sino que se cruzan, fluyen unas con las otras. También, que los franceses tienen menos pruritos con el lenguaje y los personajes pueden decir algunas groserías sin ponerse colorados. Pero más allá de esos ligeros aciertos nada es demasiado interesante y, encima, cuando se adivina una mirada totalmente conservadora sobre las historias de estas mujeres, Ellas saben lo que quieren se convierte en una película repelente y antipática de lo peor: esas películas que se creen progres pero terminan más cerca del espíritu castrador y reaccionario.