"Elle": una controvertida mirada sobre la violencia sexual
Soberbio trabajo de la francesa Isabelle Huppert en el rol de la mujer que sufre una violación y toma decisiones sorprendentes.
La violencia sexual en escena, aun cuando el primer plano del gato elude detalles, funciona como el primer trato del director Paul Verhoeven y el espectador de Elle: abuso y seducción.
Michéle Leblanc, Isabelle Huppert, es la mujer abusada en su propia casa, en un vecindario de clase acomodada y modales intachables.
La historia de Michéle va unida al modo de contarla, con la misma fuerza con que se relacionan víctima y victimario.
El guionista David Birke pone en el centro de la consideración un hecho aberrante que, a medida que transcurre la película, se va naturalizando. Aparecen los datos del perfil de ella, la abusada, y estalla un mundo paralelo de violencias pretéritas. Hay motivos por los cuales ella jamás va a recurrir a la policía. Más bien, aplicará al episodio que no se agota en un hecho aislado, su particular mirada sobre sexo y poder.
Michéle es dueña de una empresa que diseña videojuegos violentos, sexuales y crueles. Las pantallas buscan modos de destrozar y eliminar ante los ojos impávidos de la mujer que pide que el usuario sienta la sangre, "tibia y espesa, si es posible".
Paul Verhoeven logra un ejercicio sobre la ira solo posible con una actriz como Huppert que va incorporando cierta extrañeza. El procedimiento incomoda al espectador tanto como el abuso de la escena inicial. La mujer sale a la caza del atacante sin alterar su rutina de empresaria fría, con vínculos problemáticos, escasa de lealtades y con una historia que la une fatalmente a su padre.
Elle ofrece varias líneas de argumento enmarañadas hasta el retorcimiento.Filmada como un thriller, el trabajo de Stéphane Fontaine en fotografía transmite desahogo económico, un microclima de cenas con amigos, buen vino y unos personajes que están con Michéle a pesar de sus facetas infranqueables. Acompañan a Huppert, Laurent Lafitte (Patrick, el vecino); Charles Berling, Richard, su ex; Christian Berkel y Anne Consigny, la pareja amiga, entre otros.
Isabelle Huppert eclipsa con su magnetismo, sus movimientos y el modo de exponer su cuerpo frágil. El personaje se vuelve una amenaza para el entorno. La ira acumulada la empuja a buscar cierto tipo de expiación, por vía del morbo y el sadismo.
Elle hiere la sensibilidad, no solo por el abuso planteado. A lo largo de dos horas 20 minutos, va tomando forma la idea de que esa mujer psicópata merece un presente sin salida. Verhoeven resuelve la cosa con frialdad y desapego hacia los personajes. Hay en el guion pasiones y sentimientos que se ciernen en torno a Michéle, como los tentáculos de esos bichos sin nombre que devoran a la víctima en el videojuego que ella aplaude. En ese sentido, resulta polémico el enfoque del director porque parece, según Elle, que hay distintas categorías de víctimas frente a un hecho que es siempre aberrante.