Juegos de perversión
La última y elogiada película de Paul Verhoeven (“Bajos instintos”, “El vengador del futuro”, “Robocop”, “El libro negro”) empieza sin anestesia: una mujer es brutalmente violada en su casa por un hombre enmascarado, pero ella se niega a hacer la denuncia y pretende encontrar por sus propios medios al violador. Con el paso de los minutos sabremos que Michèle Leblanc es una mujer compleja: su padre fue un tristemente célebre asesino serial en los años 70, su madre es adicta a las cirugías estéticas y sale con un taxi-boy, y su hijo es un dominado que está por ser padre y ella lo desprecia. ¿Algo más? Sí: “ella” extraña a su ex marido y le plantea escenas de celos, es amante del esposo de su mejor amiga y es una jefa implacable en una compañía que crea videojuegos sádicos y violentos. “Elle” arranca como una atrapante mezcla de thriller psicológico, drama y comedia negra. Se sabe que Verhoeven es un provocador, y la perversión y la ambigüedad son su juego. Sin embargo, en este caso peca de excesivo: sus vueltas de tuerca terminan mareando, se distrae demasiado con las subtramas y su “estudio de personaje” se diluye y pierde fuerza. Es más, en los últimos minutos su protagonista se convierte casi en una caricatura, en una resolución apurada y muy poco convincente. Si “Elle” funciona por momentos y se sostiene es por el increíble trabajo de Isabelle Huppert (ganadora de un Globo de Oro y nominada al Oscar por este papel). La mirada fría y a la vez excitante de Huppert es la que mantiene la intriga y hace que algunas escenas sean inolvidables. Con su natural sofisticación, la actriz francesa le imprime al personaje un vuelo y una variedad de matices delicados que la película no tiene.