Il, el.
El cine de Verhoeven es atractivo, popular y particular. El holandés sabe combinar dosis de sexo, violencia e incorrección política de manera tal que logró imponerse con marca propia en cada uno de sus trabajos.
Por alguna razón, le fascina el mundo de las mujeres, su explotación, el maltrato que reciben a diario y el eventual poder que estas tienen y ejercen sobre los hombres en cada uno de los personajes que representa en sus films, a modo de venganza o de tan solo poder equilibrar las diferencias de género; siempre la mujer sale victoriosa.
En sus anteriores peliculas contó con representación de femme fatales a cargo de Sharon Stone (labor que la catapultó a la fama) o Elizabeth Berkley (sepultándola al olvido tras la genial e incomprendida Showgirls). Esta vez, el fuerte porte femenino viene de la maquina demoledora francesa por excelencia que representa Isabelle Huppert. Combinación perfecta de sadismo, incorrección e inmutabilidad, digna de ser comparada con las mejores interpretaciones las legendarias Bette Davis, Joan Crawford o Barbara Stanwick, actrices que generan odio inmediato con tan solo recordar su labor en algún film noir.
Verhoeven más Huppert naturalmente se potencian.
Por alguna razón, imagino a Verhoeven en el proceso de dirigir actores y dando indicaciones minuciosas sobre la postura femenina, los gestos y ademanes. Luego de ver Elle, esa imagen se diluye, sus indicaciones estarían de más; Verhoeven y Huppert son dos profesionales que saben perfectamente lo que hacen. De hecho, Huppert en cierta manera es imparable y se desconoce hasta qué punto de perfección llegará si no es que ya ha llegado con cada una de sus participaciones. Ya era insuperable su trabajo en las últimas como en In Another Country (Hong Sang-Soo) y L’Avenir (Mia Hansen-Love).
Huppert interpreta a la directora de una compañía que desarrolla videojuegos para plataformas como es la PS4, y para ello tiene a un grupo de jóvenes diseñadores que en gran parte la detesta. Es exitosa, con un circulo conformado por una octogenaria madre que no escapa de tener un sex toy contratado en su hogar -¿una sugarmommy?-, un hijo que es un imbécil y trabaja en un lugar de comidas rápidas, y un grupo de amigos cercanos con los que se detiene a cenar por las noches y socializar. La presencia masculina, por alguna razón, se presenta siempre debilitada. Las mujeres dominan.
Así como en el cine de De Palma (en Blow Out, Femme Fatale o la última, Passion), Elle es un film en el que es muy importante la mirada. Primer plano del film: un gato mira cómo a su dueña, tras una violación de domicilio, la arrebatan a golpes y eventualmente abusan, sin inmutarse. Esa mirada fría, a la que Verhoeven nos quiere verter como espectadores, no es más que el lugar pasivo de voyeur en el que nos ubica, al igual que a la mascota, limitándonos a mirar, procesar y continuar como si el hecho no hubiese ocurrido.
Tras la violación, el personaje de Huppert decide no realizar una denuncia, vuelve a su labor habitual y ni siquiera comenta el hecho ante sus pares, salvo varios días después. La violación parece haberle pasado de largo, casi imperceptible, como si algo de la situación la hubiese atraído en vez de perturbar. Allí Verhoeven juega con la peligrosa idea de que hay algo que atrae ante una relación sexual forzada y abrupta, algo que ya había ejemplificado brutalmente en la violación masiva en Spetters, en Bajos Instintos -cuando Michael Douglas se abalanza sobre Jeanne Tripplehorn-, el abuso de Kevin Bacon en El Hombre sin Sombra hacia una colega o la violación permitida en Conquista Sangrienta (esta última, con similitudes a lo que acontece en Los Perros de Paja, de Peckinpah). Huppert pareciera tener un blindaje, una fortaleza inaudita que por una razón que luego asoma permite comprender y aggiornar más aun su personaje.
En un festival de cine como es el de Cannes, todos los asistentes están a la espera de que aparezca con el correr de los días una ansiada obra maestra. Esto ocurre año tras año. Y, como resultó el transcurso de esta edición en particular, la elección de Elle como film proyectado el día anterior a conocerse los palmarés ha sido una sabia decisión, para terminar un festival a lo grande.
¿Cuándo considerar que un film está incluido dentro de esa clasificación inmutable y digna que impartimos sobre algunos films? ¿Acaso el cine de Verhoeven no ha contado con varias ya?
Elle no es menos que una nueva obra maestra.