Volvió Verhoeven, amigos, y es para festejar, aunque difícilmente esta película haga feliz a alguien. Es un cuento amargo e irónico donde el holandés saca a relucir una vez más su habilidad para torcer y retorcer todos nuestros lugares comunes morales y éticos. Hay una mujer que es violada y decide no denunciar. Esa misma mujer es poderosa, es temida, es amada y es odiada por igual. Su moral es también ambigua, y ambiguo es el hecho de que sea la cabeza de una empresa de videojuegos. Verhoeven hace que el mundo virtual de los sueños y las pesadillas, el de los deseos más inconfesables, se vuelva el tablero donde se desarrolla el drama, tan saturado de elementos riesgosos que no podemos menos que pensarlo como una sátira (y atención: la sátira puede no ser cómica, a diferencia de la parodia, que siempre lo es). El personaje de Isabelle Huppert, la actriz ideal para este rol de víctima y victimaria a un tiempo, recuerda un poco al de “La profesora de piano”, que protagonizó para Michel Haneke. Pero lo que entonces era una especie de ironía, en Verhoeven sigue las reglas del género de suspenso y el melodrama sin vergüenza, volviendo el film mucho más efectivo. Sí, este es el director de “El cuarto hombre”, de “Bajos Instintos”, de “El libro negro”. Un grande del cine, sin la menor duda.