NUEVOS Y MEJORES BAJOS INSTINTOS
Para entender la maestría y la madurez del director Paul Verhoeven sólo hace falta ver los primeros minutos de Elle: abuso y seducción (el título argentino intenta explicarnos la trama porque parece que el público tiene un IQ bajísimo): un primer plano de un gato que es testigo de un forcejeo y una violación, una pequeña elipsis, y secuencias rápidas de un par de acciones cotidianas y rutinarias que en contexto en el que se desarrollan suman a la sensación de extrañamiento que nos acompañará durante todo el film. Con economía y efectividad, Verhoeven nos presenta a Michele (una actuación antológica de Isabelle Huppert) pieza fundamental de una galería de seres extraños a los que nos enfrentaremos en las siguientes dos horas.
La trama gira en torno a la vida de la protagonista, mujer de negocios que dirige una empresa de videojuegos, personaje poderoso, y no sólo porque ocupa un espacio de poder, sino que también porque es capaz de proyectar su sombra e influir fuertemente en la vida de todos la que la rodean: su madre, su padre, su hijo, ex-esposo, sus mejores amigos, sus empleados, y hasta sus vecinos; todos son parte de una gran escena que se retuerce alrededor de los deseos de la protagonista. Luego, poco a poco, se va filtrando su origen trágico, un origen que la pone en el lugar de víctima y que sirve para explicar algunas cosas, pero que también es el motor que la ha convertido en lo que es, una buena representante de la hiperbólica capacidad humana para la dualidad.
Se puede pensar que Elle: abuso y seducción es de alguna manera una reescritura de Bajos instintos (1992), estilizada, quizás más compleja y despojada del componente policial. Pero sin dudas Verhoeven vuelve a explorar personajes femeninos fuertes, que utilizan el sexo como parte de sus herramientas de dominación y poder. Claro, en 1992 un personaje como el de Sharon Stone era seductor, atrayente y perfectamente aceptable, no chocaba de ninguna manera a los viejos preconceptos acerca de los roles femeninos de la sociedad. Hoy, 25 años después, la sociedad discute las ideas preestablecidas acerca de lo femenino, y que Verhoeven nos arroje en la cara un personaje como el de Elle puede llegar a ser problemático en ese sentido. Sin embargo, el bueno de Paul es capaz de tomar distancia y mostrarnos a Michele sin emitir juicio de valor, como parte de un entramado ficticio verosímil capaz de contener personajes como ella y otros peores. En su universo no hay lugar para los débiles, y Verhoeven demuestra un cariño particular por esas criaturas, casi no hay crueldad innecesaria en una película repleta de perversiones de toda índole.
Elle: abuso y seducción acumula unos cuántos triunfos: tiene climas bien conseguidos, es impredecible, no se deja llevar ni por la corrección política ni por lugares comunes, tiene personajes interesantes bien construidos, e incluso tiene humor, elemento clave que le aporta ritmo e incomodidad a todo el engranaje del extrañamiento que impulsa la película. Por último es notable cómo Verhoeven consigue con Elle actualizar y mejorar Bajos instintos, a puro oficio y solidez.