El discreto encanto de la burguesía
Sobre un tema siempre riesgoso como el de la prostitución, el film de la directora polaca aporta un punto de vista diferente, una mirada feminista que intenta comprender, sin prejuicios, qué se esconde detrás del tráfico de cuerpos y billetes.
Tema siempre difícil el de la prostitución: salvo en el caso de los viejos y grandes maestros (Mizoguchi, Buñuel), que además filmaban en otro contexto muy diferente al actual, el cine que aborda la cuestión siempre camina por la cornisa que separa la condena moral de la lisa y llana explotación, para terminar cayendo muchas veces en ambas. En Elles, segundo largo de ficción de la documentalista polaca Malgoska Szumowska (Cracovia, 1973), aparece, en cambio, un punto de vista diferente, una mirada feminista que intenta comprender, sin prejuicios, qué se esconde detrás de un fenómeno en aparente expansión, el de las chicas universitarias que se pagan sus estudios apelando al alquiler de sus cuerpos.
De hecho, la película de Szumowska tiene como punto de partida una investigación periodística sobre el tema: Anne (Juliette Binoche) es columnista estrella de la revista femenina Elle –una publicación que en Francia nadie calificaría precisamente de progresista– y está trabajando sobre un artículo que le da más trabajo del que ella quizá inicialmente suponía, al punto de hacer bascular toda su vida familiar. Burguesa asumida, madre de un rebelde, conflictivo hijo adolescente y de otro aún en edad escolar, Anne no parece estar pasando precisamente por su mejor momento en la relación con su marido (Louis-Do de Lencquesaing, el estupendo protagonista de El padre de mis hijos, de Mia Hansen-Love). Y las entrevistas con dos estudiantes universitarias que se prostituyen le harán replantear su lugar en la casa y el mundo.
El film de Szumowska tiene la inteligencia de no caer en la alegoría: juega con las intenciones de su protagonista pero no por ello la convierte en una heroína. Ni siquiera hacia el final, cuando la conducta de Anne parece seguir los pasos de la legendaria Nora de Casa de muñecas, de Ibsen, una decisión sin embargo demasiado grande para una burguesa pequeña, pequeña como es Anne.
Más allá del retrato de la vida doméstica de Anne, alienada entre la presión por entregar en término su nota y cumplir con todas las obligaciones familiares (que incluyen preparar una cena de negocios en su casa, para el jefe de su marido), el núcleo dramático de Elles está en las entrevistas a esas dos estudiantes/prostitutas, que logran cambiar la perspectiva de la protagonista. Una (Anaïs Demoustier) parece la típica chica francesa de clase media baja, que encontró casi por casualidad la manera de hacerse de unos euros extra, a partir de la debilidad de sus clientes, hombres maduros, casados, tristes, que pareciera le pagan no sólo por tener sexo sino también para ser escuchados, como si fuera una sesión de terapia. La otra (Joanna Kulig) es una polaca más audaz y emprendedora, capaz de liarse con clientes menos mansos y más exigentes, a quienes sin embargo ella parece poder controlar a su gusto.
Lo que se ve y se escucha de ellas está tamizado siempre por la subjetividad de Anne: es su mirada la que resignifica esas entrevistas, por lo cual el espectador nunca llega a saber realmente hasta qué punto si eso que se materializa en la pantalla son, en definitiva, las fantasías, los deseos y los miedos de la protagonista.
Además de esta ambigüedad esencial de Elles, hay otro factor que la vuelve levemente incómoda, perturbadora, y es su dicotomía. Por un lado, el film de Szumowska (que se dio el lujo de contar con Krystyna Janda, la protagonista de tantos films de Andrzej Wajda, para un papel que es casi un cameo) tiene una pátina visual lustrosa, de revista de ilustración, como si todo estuviera visto a través de las páginas de la publicación para la cual escribe Anne. Pero por otro, hay algunas escenas de una franqueza sexual que no se corresponden con ese estilo publicitario y que vienen a rasgar en parte la tersura del relato. Son las actrices (Binoche incluida) quienes se exponen a esa tensión a la que las somete un film no siempre logrado pero asimismo paradójico, infrecuente.