"Nunca es tarde para enamorarse"
Michael Radford se toma la tarea de hacer la segunda versión de la película de Marcos Carnevale protagonizada por China Zorrilla y Manuel Alexandre. Esta vez cuenta con el protagonismo de figuras como Shirley MacLaine y Christopher Plummer, y un guión con una vuelta de tuerca adaptado a la pantalla hollywoodense que resulta refrescante.
Se dice que cuando se realiza una remake se trata de adaptar, y en lo posible mejorar la versión original. Otros pensamos que las remakes no deberían existir, porque lo que funcionó lo hizo en un contexto y no en otro. Sin embargo, esta película es la excepción, ya que la remake superó a la original. No hablamos de la interpretación de los actores, claro está, ya que China Zorrilla y Manuel Alexandre habían hecho un trabajo excepcional allá por el 2005.
Sin embargo, el nuevo elenco no tiene nada que envidiarle al original. Estrellas del calibre de Shirley MacLaine y Christopher Plummer, actores con experiencia en cientos de películas, vienen a darle vida a la versión norteamericana de Elsa y Fred. La mejoría radica en el guión que construyen los personajes, en la original es Elsa la que se lleva la mayor cantidad de tiempo en pantalla, aunque el protagonista es Fred, quien tiene el arco argumental. Sin embargo, en la remake aparecen mucho más parejos y eso le imprime un poco más de ritmo a la película.
Por otro lado, el personaje de Fred es el que más cambia. En la original, Fred es un anciano triste y derrotado. En la remake es un viejo gruñón. Esto genera algunas situaciones de comedia que no estaban en la original, como una escena donde se rompe una cañería en la casa de Fred, o intento de la pareja de tomar clases de baile moderno. Esto contrasta y hace que el final funcione mucho mejor: las escenas en Roma resultan más emotivas.
El gran final también impacta más en la nueva, como regla general la muerte de la comedia genera drama; y está regla ha funcionado aquí a la perfección. Además, quitar el plano final y cambiarlo por otro (tranquilos, no vamos a contar el final) es una mejoría. Nos quita ese balde de agua fría, esa bajada a la realidad, y en vez de eso nos deja en el momento feliz pero irreal y etéreo. Además, reivindicar a Elsa y descubrir que no todo son mentiras, es un elemento esperanzador. Le dice al público “hey no todo está perdido, la vida es buena” y ¿no es esa la idea de la película? Por eso el baldazo de agua en la original se me hizo tan chocante.
El director de fotografía de la película original era desastroso. Los planos eran violentos a la vista, desagradable hasta lo incómodo; excelente idea haber arreglado eso. La historia se disfruta mucho más con una buena narrativa visual. Por lo demás, algunas escenas y diálogos son exactamente iguales, otras se agregaron para darle un tono más de comedia. Un ejemplo de esto es el personaje de la simpática Laverne, la mucama de Fred; o Armande, el portero del edificio.
El ritmo de la narración es un poco más acelerado que en la original, pero es entendible si pensamos en un público estadounidense. Sin embargo, tampoco es excesivamente rápido, por lo que resulta apropiado. Los cambios que se hicieron al guión están justificados por un poco de risa, y la vuelta de tuerca al personaje de Fred vuelve a la pareja más equilibrada y menos monótona. Buenas ideas de Radford, el director de El Mercader de Venecia, que se luce con un guión fiel al original y aún así mejorado en años luz.
Agustina Tajtelbaum