El conmovedor diálogo entre dos films
A nueve años del estreno del film de Marcos Carnevale, esta remake de Elsa y Fred, con Shirley Mac Laine y Christopher Plummer, potencia los momentos más recordados y hasta permite evocar la versión con China Zorrilla y Manuel Alexandre.
En mi caso particular, cuando se anuncia la remake de un film, y más en manos de productores estadounidenses, reconozco que me quedo en un estado de alerta. Basta pensar en las remakes que se dieron a conocer a partir de numerosos films de Alfred Hitchcock, Jean LucGodard, Francois Truffaut o del mismo Federico Fellini, entre tantos otros casos. Sí, "casos", en tanto nos llevan a ver cómo un film muy reconocido, por lo general con gran respuesta de público, se adapta (y aquí el vocablo pesa considerablemente) a gustos, modas, tendencias, nuevos carteles actorales.
No son estas observaciones, creo, pertinentes a este nuevo film de Michael Radford, un sensible realizador nacido en Nueva Delhi, de padre inglés y madre austríaca, en 1946. Un director al que seguimos teniendo presente por obras tales como 1984, estrenada ese mismo año, con las actuaciones de Richard Burton en su última actuación para el cine (hoy cumpliría noventa años) y John Hurt, basada en la homónima novela de George Orwell; Il postino, a partir de la novela de Antonio Skármeta, Ardiente paciencia con los recordados Philippe Noiret y Massimo Troisi. Y fue en el 2004 cuando nos ofreció una de las versiones más críticas y humanizadas de la tan cuestionada pieza teatral de William Shakespeare, El mercader de Venecia, con las admirables actuaciones de Jeremy Irons y Al Pacino.
Ahora, antes de que se diera a conocer en Europa y en tantos otros circuitos, podemos ver esta remake ?igualmente lo fue Il postino? de este un tanto silenciado director. Y lo hace sobre una co?producción argentino?española, estrenada en el 2005, cuyos actores principales, China Zorrilla y Manuel Alexandre ya nos dejaron. Desde la historia que llevó a la pantalla Marcos Carnevale y dos guionistas más, ahora podemos ver este film que sigue casi linealmente a su predecesor, que parte de las mismas situaciones; que se abre desde las cascadas de agua que nos ubican en el mismo espacio de la Fontana di Trevi.
Pero a pesar de esta similitud, de todo aquello que lo emparenta, la nueva versión de Elsa y Fred ofrece una serie de giros que no sólo saludan y reconocen a la obra original, sino que dialoga con aspectos que remiten a la filmografía de sus actores. Desde esa admiración que Elsa, separada o viuda, madre de dos hijos, frenética, impulsiva, siente por su adorada Anita Eckberg, marcamos un primer punto de partida. Y es que ahora, a sus ochenta años, la veterana pero siempre renovada Shirley Mac Laine nos recuerda que allá en 1955, en su segundo film, ambas participaron en aquella comedia delirante ?¡todo un clásico!?, dirigida por Frank Tashlin, Artistas y modelos, con las sorprendentes actuaciones de aquel dúo de comediantes de la Paraumont que hizo época: Jerry Lewis y Dean Martin.
No voy a referirme aquí a la trama argumental, ya conocida por tantos espectadores de cine. Sí, señalar que aquí la acción transcurre en Nueva Orleans, primero, y en Roma después. Y que esta historia que se va a plantear en este más que recomendable film, sensible y altamente sincero, Shirley MacLaine vuelve a reunirse con su compañero de reparto, Christopher Plummer, de un melodrama que pudimos ver en la sala Madre Cabrini hace algún tiempo, Cerrando el círculo, de Richard Attenborough, film del 2007 que se inicia en los años de la guerra, relato que se organiza desde el motivo de un anillo, historia de reencuentros. Un gran melodrama pensado a la luz del cine de los años cuarenta.
Ajeno a los llamados de sirena del cine industrial, el director Michael Radford decide, desde su film base, dar lugar a una etapa que el cine estadounidense hoy no desea abordar. La llamada vejez en Hollywood, a no ser que lleve el sello de actores ganadores de Oscars, no tiene el lugar que merece; como sí lo podemos seguir ?y así lo destacamos? en los cines europeos y de medio y lejano Oriente.
Con ecos del capitán Von Trapp de esa comedia musical libertaria de mediados de los sesenta que fue La novicia rebelde, de Robert Wise, Christopher Plummer compone a un severo, hiératico y aburrido personaje que comenzará a manifestar algunos resistidos cambios cuando alguien llame a su puerta: aquí, en el film que hoy comentamos, es una singular vecina; en el film que lo llevó a ser un nuevo galán de entonces, la tan traviesa María, rol que asumió con gran profesionalismo, Julie Andrews. En ambas historias, el reciente viudo, ?ahora mira temerosamente al retrato de su ex mujer quien le devuelve un rictus de desaprobación-, paulatinamente, entre idas y venidas, comenzará a sonreír.
Claro, mientras vemos el film nos vienen a la memoria los rostros de China Zorrila y Manuel Alexandre. Pero esto no interfiere, sino que potencia, Es tal la fuerza interpretativa de ambos que inmediatamente aceptamos con alegría el diálogo entre los dos films. Entre la ternura y el enojo, la fabulación y los portazos, los chorros de agua y la misma Fontana di Trevi, las presiones y el descontento del medio familiar, esta nueva versión nos permite desde ese viraje al blanco y negro, en un momento cúlmine, resignificar aquel otro instante del film fuente, mediando por igual, aquel gatito callejero y su plato de leche...con una simpática variante.
Como en tantas otras, en esta historia que nos lleva a rememorar aquel mítico encuentro entre Anita y Marcello del tan rechazado film de fines de los cincuenta, La Dolce Vita del gran maestro Federico Fellini. Y con ánimo de encontrar otro puente entre las dos versiones, aquí, Radford toma para esta remake aquella expresión que leíamos en los afiches del film de Marcos Carnevale: "Lleva tiempo llegar a ser joven", firmada por uno de los nombres claves de la historia del arte, Pablo Picasso.
La sola alusión a Pablo Picasso, en varios momentos del film, le permite ahora a su director ?y se lo agradecemos? reservarnos un sublime momento, que es todo un acto de revelación.