Elysium

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

Fantasía social cyberpunk

Neill Blomkamp sorprendió allá por 2009 con aquella alegoría distópica que fue Sector 9, un film de ciencia ficción que utilizando un rico imaginario daba a entender un problema social que atravesó la historia sudafricana (de donde es originario el director): el Apartheid. Pero el mensaje no se imponía sobre el ritmo narrativo de la película, que avanzaba como una trepidante película de acción con un epílogo explosivo, sin por ello abandonar el concepto. Lo de Blomkamp no era construir un drama profundo y reflexivo, sino más bien utilizar la problemática como el móvil de un relato crudo y violento que no tenía inconvenientes en utilizar la caricatura para garantizar el entretenimiento hasta el último minuto. Con Sector 9, más allá de algunas irregularidades el resultado terminaba siendo redondo, pero con Elysium, su nuevo proyecto, el resultado no es tan satisfactorio.
En Elysium el concepto no es tan novedoso: a raíz del caos, la inestabilidad y la escasez de recursos, las clases más acaudaladas decidieron hacer un mundo alejado de la Tierra, viviendo con todos los privilegios posibles mientras quienes habitan el planeta se ven explotados y condenados a una existencia marginal donde Elysium (precisamente, el satélite artificial de los ricos) es una estrella alejada donde las comodidades y servicios garantizan una vida eterna. Este universo de desigualdades sociales en un mundo distópico es una de las cuestiones que atraviesan la literatura de ciencia ficción desde finales del Siglo XIX, y la razón por la cual muchos de los elementos del relato carecen de novedad.
Pero Blomkamp hace algo interesante: su universo futurista y marginal respira un aire de suburbio marginal que no parece tan lejano en el espacio o en el tiempo. Hay un imaginario que en la introducción el film explota con singular inteligencia, posándose sobre el personaje de Max (Matt Damon) para mostrar un mundo hostil sin posibilidad de ascenso social o de acceso a los derechos más básicos. Es en la introducción, con sus tonos amarillentos y aire de decadencia, donde la película mejor describe el drama del personaje. Pero también en la introducción comienzan a verse problemas: personajes desdibujados y una alarmante superficialidad desdibujan lo bueno que hacía Blomkamp para describir a la apocalíptica Tierra, transformando a Elysium en un pastiche de ingenuos acaudalados dominados por una mala, muy mala, el personaje más precario, interpretado por Jodie Foster.
En el desarrollo los problemas de la introducción se hacen más palpables. Todo lo bueno que había esquematizado el director se vuelve brusco y poco verosímil, llevándonos a aceptar la trama de acción y vértigo a través del sufrido personaje de Max y el perverso mercenario a las órdenes de Elysium, interpretado por el cada vez más convincente Sharlto Copley. Algunos pueden argüir que el registro parece propio de otro tipo de narración, pero desde la presentación cada plano que lo describe parece sacado de un cómic o anime y esto es lo que termina rescatando a la película. Porque quizá Blomkamp puede no dominar la temática y verse absorbido por el concepto, pero al César lo que es del César: es un brillante director de acción y efectos especiales. Sabe hacer de los duelos un momento emotivo que se entiende en cada desplazamiento y hacer de los clímax momentos desesperantes. El problema es que esto está introducido en una estructura mucho más irregular que la de Sector 9, principalmente por el punto de vista: en Sector 9 nunca nos despegábamos del drama del protagonista y su dolorosa transformación (algo en común con Elysium), sin intentar extenderse al resto del mundo más que con su referencia. Aquí hay una endeble trama política en un mundo alejado donde los personajes son chatos y no provocan empatía. Pequeño problema.
No se pueden dejar de tener sensaciones encontradas con Elysium: la introducción es interesante, fresca, y las secuencias de acción son, ya se mencionó, brillantes. Pero en el caos narrativo y la llanura de la alegoría política, se hunde hacia la mediocridad. Y sin embargo, no se puede dejar de ver aquí a un realizador que se destaca y que con un guión mejor trabajado puede llegar a sorprendernos.