Elysium

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

Relato convencional y melodramático que sin embargo logra entretener

El director sudafricano Neill Blomkamp tuvo un interesante debut en el largometraje con “Sector 9”, de la mano del neocelandés Peter Jackson como productor. “Elysium”, su segunda película, tiene algunos puntos en común con la filmada hace cuatros años, comenzando por un género similar (ciencia ficción), una temática cercana a la anterior, compartiendo además un mismo actor sudafricano (Sharlto Copley) que en la anterior asumía el rol protagónico central. Pero aquí terminan las similitudes ya que en el balance, la que ahora nos ocupa, es francamente inferior.
Lo que aquí se presenta es un relato más convencional que transcurre en un futuro aún algo lejano (año 2154), en que una minoría o élite terrestre habita a apenas diecinueve minutos de viaje espacial en una especie de estación orbital, que da nombre al film. Se trata de un lugar idílico en cuyo interior hay mansiones que de alguna manera y pese a estar ambientada en el futuro recuerdan a sitios como Beverly Hills o Hollywood. Curiosamente en un Los Angeles absolutamente decadente, con aspectos de villa miseria, vive Max da Costa (Matt Damon), un latino en libertad condicional que al igual que el resto de los habitantes tiene vedado el corto viaje al paraíso cercano. Max trabaja al igual que miles de otros habitantes en fábricas que se asemejan a las “maquiladoras” existentes en México y cercanas al sur de California. De hecho esta Los Angeles del futuro, que aquí se nos muestra, fue filmada en algunas de las partes más pobres de la ciudad de México actual. El sistema policíaco y represivo cuenta con minoría de terrestres y mayoría de robots, cuya brutalidad conducen a que Max sufra una descarga radioactiva. Se dirige a un vetusto hospital donde reencuentra a Frey, una médica que fue su amiga en plena niñez. Alice Braga (“Ciudad de Dios”, “Soy leyenda”) encarna a la joven cuyo drama es tener una hija enferma de leucemia y cuya única posibilidad concreta de cura, al igual que la de Max, es que los traten en Elysium, donde la tecnología ha logrado notables avances capaces de sanarlos.
Max decide el intento ilegal de abordar, junto a las dos mujeres, una nave “indocumentada”. Ya en escenas anteriores se ven varias tentativas similares, en general fallidas, al ser destruidas en destino por el equipo que comanda el tercer personaje femenino relevante. Se trata de la eficiente secretaria de Defensa Jessica Delacourt a la que da carnadura una Jodie Foster, que tiene pocas oportunidades de lucirse por lo esquemático de su personaje.
Hay aún otros “malos” como el despiadado funcionario John Carlyle (William Fichtner) y sobre todo el espía Kruger, el ya nombrado actor sudafricano Copley, que actúa desde Los Angeles infiltrado como un poblador más.
Hacia el final, “Elysium” mostrará su faceta más trivial con el enfrentamiento de Max, convertido en una especie de “robocop” por un tratamiento especial, con Kruger. Un exceso melodramático en el desenlace perjudica lo que hasta allí era un razonable entretenimiento. A Matt Damon se lo nota cómodo usando palabras de nuestro idioma, como cuando pronuncia la frase muy argentina “me estoy cagando de miedo” que seguramente habrá incorporado estando en compañía de su pareja y compatriota nuestra.