Un ataque terrorista en pleno vuelo desata el caos al propagar un virus contagioso y moral. La emergencia en el aire ha sido declarada. Este film coreano, de casi dos horas y media de duración, se enmarca dentro de los límites del cine de catástrofe. Han Jae-Rim sigue las convenciones comerciales de este tipo de films, confrontando personajes y sus respectivos intereses. Abundante suspenso nos mantiene con razonable atención a lo largo de un relato que irá presentándonos valiosas pistas a medida que su extenso metraje progresa. Varias perspectivas confluyen desde diversos puntos de vista a modo coral, al mejor estilo de “Rahomon”, de Kurosawa. También, se influencia del manejo de la intriga de Alfred Hitchcock, muteando ciertos diálogos claves. Quitando el suministro de información, la tensión aumenta en sostenido in crescendo, aún sin despojarse de ciertos elementos que estiran por demás el desenlace de la historia. El director imprime a su largometraje abundantes dosis de acción. Promediando el desenlace, el discurso elegido se ocupa de exhibir la forma en cómo las personas reaccionan ante el temor de morir. Con tal de salvarse, el ser humano muestra su lado más egoísta, al tiempo que el dramatismo perseguido no elude los clichés más predecibles.