Bienvenida una propuesta en la que el retorno de la “hija pródiga” se permite transitar por oscuros lugares en donde lo obvio se olvida, y se prefiere atravesar la pantalla con la historia de una mujer fuerte, decidida, y aunque se la vea errática, va a lo que quiere, siempre. Notable trabajo actoral de Sofía Palomino.
La vida tiene momentos en puntos suspensivos. Crítica de “Emilia” Una película dramática que expone las heridas pasadas y presentes de la homofobia Florencia Fico Hace 2 días 0 23 El cineasta César Sodero deja un filme que recorre las dudas que siembra la transición entre la juventud y la adultez en la piel Sofía Palomino. Una traductora sensorial y cautivante como “Emilia”.La película se estrena el viernes 25 de diciembre por la plataforma Cine.ar. Por. Florencia Fico. Marie Claire | Asterisco: Nuestras elegidas del Festival de Cine LGBTIQ+ El argumento de la película “Emilia” se centra en el personaje de Emilia(Sofía Palomino) quien regresa a su región natal luego de un periodo afuera. Su separación con Ana aceleró su vuelta. Continúa en su hogar materno y logra encontrar un empleo como docente en una escuela. Paso a paso, Emilia se reunirá con las personas del pueblo, con los seres queridos de hace tiempo, aunque además con las percepciones que la obligaron a irse. La región que según ella es inmóvil y obvio se convertirá en un lugar que le aportará una nueva perspectiva de reconstruir sus objetivos de vida. Crítica: Emilia (2020), de César Sodero – Festival de Lima - CineramaPlus La dirección de César Sodero consolida un filme dramático provocativo, introspectivo, intimista, costumbrista y reflexivo. La película desarrolla con toques de suspenso un acercamiento psicológico a la protagonista Emilia. También incita al espectador a cuestionar problemáticas universales como el miedo, el deseo, la búsqueda personal, un repaso sobre qué ruta tomar cuando la incertidumbre pesa sobre uno y la comprensión del volver a empezar para encontrar respuestas. El guion de César Sodero elabora un entramado que toca tópicos y conflictos todavía enquistados en el pensamiento. La homofobia en los pueblos, la maternidad como mandato patriarcal, la necesidad de emparejar a la mujer, el descubrimiento en la orientación sexual y la exploración erótica. A su vez la caracterización de Emilia despliega una tensión particular; su trayecto hacia su resignificación como persona, sus horizontes, el resolver y reparar su destino. El encargado de fotografía Pigu Gomez aprovecha la riqueza paisajística de Río Negro con panorámicas en las Playas Doradas y en Sierra Grande con sus elevaciones montañosas. Emplea la cámara lenta en tramos donde Emilia tiene momentos de desinhibición, deseo, tormento y sufrimiento. La iluminación depende de los estados de ánimo de Emilia opacos en depresión y cálidos durante etapas de amor. Emplea traveling y grúa para crear escenas más dinámicas, asimismo, deja impecables fuera de campo. La musicalización de Mariana Debenedetti tiene como instrumentos clave, la guitarra criolla en episodios de tristeza de la protagonista. En torno a la percusión, teclados, güiro y bases electrónicas se instalan para escenas de baile y recreación. Se destaca la composición del tema “Paricutín” que bien describe las diversas relaciones que tiene, Emilia con la zona patagónica, su amor, el dolor y la osadía en frases como : “Nací como el Paricutín, en un valle muy alegre, en un lago ahogado. Nací como el Paricutín se llenó mi piel de lava cuando te conocí.”, ” Llueve y se hace de día en esta linda bahía junto a ti” y “Y levantaré pirámides en nombre del amor”. Emilia | Tarea Fina El elenco compuesto por la actriz Sofía Palomino, como la gran protagonista del filme, quien le dio un porte bravo, sensible, sensual e inquietante. La actriz Claudia Cantero, en el papel de la madre de Emilia, puso un carácter contestatario. El actor Ezequiel Díaz, como Manuel compuso un atractivo docente colega de Emilia. La actriz, Camila Peralta como Lorena, mejor amiga de Emilia, le brindó a su personaje matices interesantes. La actriz Nina Dziembrowski como Rosario, una alumna de Emilia, se impuso con rebeldía y frescura. El actor Fernando Contigiani como la pareja de Lorena sumó riesgo y presión al filme. Y el artista, Jorge Sesán como Sergio, un posible candidato de Claudia, le aporta picardía. La película estuvo en la Selección oficial del Festival de Cine Internacional de Rotterdam en Holanda. Emilia», de César Sodero (Estreno: 24 de diciembre) – GPS Audiovisual La ópera prima del director César Sodero recrea un thriller dramático, sugerente y llamativo. La comprometida interpretación de Sofía Palomino interpela al espectador sobre sus futuros y abre debate sobre los deseos. Sodero hace de una película íntima un trampolín con los fantasmas incrustados del prejuicio a la comunidad LGBTIQ+ y las cicatrices de la heteronorma. Puntaje:85
La plataforma cine.ar/play estrena este jueves “EMILIA”, la ópera prima de César Sodero con un protagónico excluyente de Sofía Palomino. Una historia con un tono intimista y un relato con el mejor corte del cine independiente, que podremos conocer a través de esta nueva producción que se incorpora al ciclo “Jueves Estreno”, después de su exitoso paso por importantes festivales como Rotterdam, Trieste y Lima, y su presentación en el festival *Asterisco. El guion – también de Sodero- explora de forma minimalista y con una enorme suavidad, el momento tan particular que atraviesa la protagonista. “EMILIA” es, fundamentalmente, la narrativa de un momento de quiebre, un relato que permanentemente oscila entre el “antes” y el “después” de un hecho que, evidentemente, ha cambiado la vida de Emilia por completo. Una ruptura sentimental la devuelve a su pueblo natal, un lugar con el que no ha tenido contacto durante muchos años, se instala en la casa de su madre e, inevitablemente, Emilia vuelve a sentirse en el rol de hija, lo que le complica aún más, poder tomar las riendas de su propia vida. En los diversos encuentros que va teniendo con la gente del lugar, aparece esa clara sensación de cómo había sido entonces y cómo es ahora, qué cosas quedaron pendientes, cuáles necesitan ser retomadas y cuáles ya han quedado atrás definitivamente; situaciones que se evidencian sobre todo, con el vínculo con su mejor amiga quien ahora tiene un hijo con quien ha sido novio de Emilia y con quien parece que aún han quedado ciertos temas en suspenso que quizás sea ahora el momento de resolver, del mejor modo que les sea posible. “Las cosas cambian” enfatiza fuertemente su madre en uno de los tantos diálogos llenos de tensión, en ese vínculo minado de reproches del pasado, la falta de aceptación y una forma de afecto sumamente expulsiva que parecen estar siempre disponibles para herirse mutuamente. Y esa pequeña frase, casi insignificante, toma otra dimensión a medida que Sodero avanza en el relato, acompañando los procesos de sus personajes. Principalmente se encargará de acompañar a Emilia con una cámara afectuosa, contenedora, que no la juzga sino que por el contrario, la comprende en esa búsqueda, en esa exploración en donde hay más experimentación, incertidumbre y vacilaciones, que verdaderas certezas. Emilia emprende, a su modo, un camino de libertad y para transitarlo, aún con sus desaciertos y sus flaquezas, hace falta mucho coraje: y Sodero en la construcción del personaje le otorga esa complejidad para que cada uno de los espectadores pueda recorrerla con su propia mirada. Hay, básicamente una exploración de su sexualidad, en ese perderse y volver a encontrarse que por momentos suena a insatisfacción o querer probar todo a la vez hasta aturdirse. Cuando parece que Emilia ha encontrado lo que buscaba en Rosario, una alumna de su clase de gimnasia, alguna pieza del rompecabezas parece seguir faltando y esa mirada de libertad que recorre todo el relato la hace seguir avanzando, insistiendo, hasta encontrar ese espacio donde pueda ser ella misma. Sodero cuenta con un trabajo totalmente comprometido de Sofía Palomino (a quien vimos en “Una hermana” y participaciones en otros trabajos como “Kryptonita” y “Nafta Super”) que encuentra el tono ideal para plasmar los desencuentros y las indecisiones por las que atraviesa su personaje y logra un especial lucimiento en sus momentos junto a Claudia Cantero (su madre en la ficción), intensos y reales, que además le permiten mostrar otro costado diferente al de las escenas más intimistas. El trabajo de fotografía de Pigu Gómez acompaña este recorrido personal con colores, paisajes y texturas que reflejan las sensaciones por las que atraviesa Emilia, en esta ópera prima de César Sodero que más que un fluir individual, representa todo un retrato generacional, que logra acertadamente sin necesidad de mensajes aleccionadores ni subrayados innecesarios. POR QUE SI: » Sodero en la construcción del personaje le otorga complejidad para que cada uno de los espectadores pueda recorrerla con su propia mirada «
Emilia, ópera prima de César Sodero, exhibe la habilidad del director para construir narrativas breves y microhistorias que ponen el acento en los estados de sus personajes, antes que en la acción de los mismos. Una historia sencilla que no pretende edificar una épica sobre los obstáculos del pasaje de la juventud a la edad adulta. La primera escena de Emilia, exhibe a su protagonista bajando de un micro de larga distancia en una esquina de Sierra Grande. La vuelta al hogar, y al pueblo de su niñez, es la que marca el contexto en el cual se despliegan una serie de acciones –pocas por cierto-, que tienen como fin hacer un reinicio en la vida de este personaje. Tras una fallida experiencia amorosa de la que poco sabemos, Emilia trata de arrancar de cero. Consigue un trabajo como profesora de educación física en una escuela, acompaña a su madre a arreglar la casa de la playa, se reencuentra con algunas viejas relaciones y construye otras nuevas. Emilia está improvisando y en este despliegue comete torpezas, pero la función de estos “kilombos” como los llama su madre, no cumplen en sí una función operativa para la trama, en el sentido que el relato no tiene que ver con pagar las consecuencias de estos “errores”. Antes bien, estas torpezas solo parecen tener el fin narrativo de servir a Emilia para un gesto de revelación del sentido de su existencia, si es que puede adjudicárselo alguno. Este año hemos asistido a varias películas argentinas que parecen decidirse por una apuesta contra la épica, siempre desde una estética realista. Emilia, al igual que Paraíso, la ópera prima de Pablo Falá y Lejos de casa, de la realizadora María Laura Dariomerlo, son historias que giran alrededor de un personaje femenino que se traslada: Sierra Grande, Traslasierra, Pinamar respectivamente. Este traslado puede implicar la vuelta al origen –del pueblo en el caso de Emilia, de la figura materna en el caso de Lejos de casa-, o bien el traslado tiene el fin de cerrar un ciclo y la promesa de lo venidero, como sucede en todos los casos y también en Paraíso. En principio hay aquí una coincidencia en la idea de traslado como proceso de caída y aprendizaje, pero también encontramos personajes femeninos desorientados en relación a sus expectativas y su destino de vida. ¿Cuál es la propuesta de Emilia y de estos otros casos emparentados? En un contexto en el que se reclama a la figura social de la mujer no solo emancipación sino a ésta como conducto para el éxito, presentar una película que tiene más relación con el fracaso que con los logros, es sin duda una apuesta que va a contrapelo del estilo de época. De alguna manera, la propuesta de Noah Baumbach en Historias de un matrimonio (2019) parece ser la perfecta contracara de estas narrativas. Allí se imponía la liberación del personaje femenino, subsumido en el deseo de hombre. La vuelta a Los Ángeles, no es exactamente la vuelta al origen. Se trata de un modo trayecto que en sí mismo no tiene grandes obstáculos, salvo el incómodo proceso de divorcio y la disputa por el hijo. Por supuesto, la película es maravillosa y fue particularmente apreciada por las generaciones que han atravesado la experiencia de relaciones largas. Pero lo cierto es que es una película complaciente con su época y resuelve según la demanda social imperante. Antes se construía una épica sobre el amor romántico, hoy se construye una sobre la emancipación y el éxito de la mujer. El personaje de Scarlett Johansson no solo se libera del deseo de su esposo, sino que además es bien recibida en el hogar materno, triunfa en poco tiempo en el contexto de los grandes estudios y se da el lujo de dirigir sus propios proyectos y no meramente ser una actriz que cumple su rol. Como coda, hay una escena de redención final hacia quien fuera su compañero de años y padre de su hijo. Emilia no se encabalga en esta épica. Estas mujeres ya son autónomas, no necesitan liberarse de ninguna figura patriarcal, pero eso no implica que vivan en el esplendor ni que sus existencias resulten plenas. El problema de Emilia no es sostener una relación con Ana, su ex pareja, sino iniciarla. Aún percibiendo ese obstáculo, Emilia acciona con gestos que la empujan incluso un poco más a ese abismo de desastre vinculándose con dos personas del pueblo cuyo estatuto es el de “prohibido”. Tomando en cuenta estos aspectos, no es difícil entender por qué la historia de César Sodero es un tanto incómoda. Es casi imposible entablar, desde el lugar del espectador, una relación de empatía con la protagonista. Casi podría decirse que resulta despreciable. Emilia –pero lo mismo sucedía con Florencia (Lejos de casa) y Sofía (Paraíso)- no es un personaje querible, afable. Sus acciones son incómodas, pero no solo desde un aspecto moral –“está mal hacer x cosa”-, sino que su propio estado de letargo y desolación perturban porque, obviamente, van a contrapelo de lo que socialmente se nos demanda como mujeres. El personaje ha fracasado y ese traslado literal de Buenos Aires a Sierra Grande, es una traducción de sentido de esa condición. Ahí está la revelación y, justamente, esa revelación no quiere ser escuchada. Celebramos esta propuesta no complaciente con la demanda de época, que no pretende traernos respuestas a estos fracasos y, menos aún, soluciones. Y, lo más importante, no construye una épica que sirva de antídoto de males. Emilia resulta bella por esta apuesta, además de que está excelentemente ejecutada gracias a un trabajo impecable de fotografía, sonido y musicalización. EMILIA Emilia. Argentina, 2020. Guión y dirección: César Sodero. Intérpretes: Sofía Palomino, Claudia Cantero, Ezequiel Díaz, Camila Peralta, Nina Dziembrowski. Montaje: Sebastián Schjaer. Dirección musical: Mariana Debenedetti. Dirección de fotografía y cámara: Pigu Gómez. Dirección de sonido: Emiliano Biañ, Marcos Zoppi. Producción: Juan Pablo Miller. Productora: Tareafina.
LA NECESIDAD DE PERDERSE A veces las incógnitas son tan grandes que nos mantienen en un gran silencio. La vida se vuelve un acertijo del que no sabemos cómo salir. Emilia trabaja sobre la incomodidad de un personaje que busca respuestas. Ella persigue su propia resolución ante el futuro, no la que se supone que debería. Emilia vuelve a su pueblo después de haber vivido afuera un tiempo. In media res, vamos conociendo algunas pistas del conflicto que la trajo de vuelta. A través de algunos diálogos dispersos se da a entender el rompimiento de Emilia con Ana, su pareja. La protagonista atribuye el alejamiento a su miedo a formalizar la relación. En el pueblo, ella vuelve a vivir con su madre. Hay tensión en todo momento en esta relación. Aunque solo por pocos momentos se lleve al malestar la convivencia, hay en el aire un manto de problemas sin resolver que se puede observar en sus miradas. Emilia es un personaje controvertido y provocador. Es indefendible en sus actitudes, pero la angustia silenciosa que la acompaña y su espontaneidad para manejarse permite comprender sus acciones. La falta de certezas que convive con el personaje es la misma con la que comprende la situación el espectador. Por eso, la imprevisibilidad de la protagonista se vuelve motor del film. Sin embargo, lo intimista, aquello que propone observar al personaje, se vuelve también una reflexión del entorno. Las preguntas que abruman a Emilia, incógnitas que el silencio va llenando con los propios miedos y experiencias de quienes observan, ponen en duda las certezas del entorno ¿Pero se puede vivir con la duda constante? Emilia vive en un trance que no le permite tomar una decisión. El miedo a caer en esas certezas que nunca se ponen en duda la deja en un estado de parálisis. Sofía Palomino como Emilia entrega una muy buena actuación, en la que los momentos de silencio se vuelven tensión. Sus miradas y gestos transmiten todo el peso de lo que no se dice a través de las palabras. Ante la incertidumbre que acompaña a este personaje, parece acertado que sea la reflexión silenciosa la que dé apertura a pensar, invitando a quienes miran a poder realizar una introspección. El trabajo de las tomas que propone el film nos va acercando y alejando de un personaje que está en pleno conflicto entre el hacer y no hacer nada. Por momentos, se nos presenta la intimidad profunda del sentir y, por otros, la distancia de no entender muy bien hacia dónde se va.
En 2003 se estrenaba una gran película: Ana y los otros, ópera prima de Celina Murga. De corte detenido y minimalista, allí se narraba la vuelta de la protagonista (interpretada por Camila Toker) a Paraná, su ciudad natal. Luego de años viviendo en la capital, observaba los cambios en su pueblo, pero, por sobre todo, la radical metamorfosis en ella misma; ahora una criatura urbana, no podía evitar ver todo ese mundo desde una nueva perspectiva.
Reflexión sin final "Tras su presentación internacional en el International Film Festival Rotterdam, llega a Cine.ar, Emilia (2020) La ópera prima del escritor y guionista Cesar Sodero, protagonizada por Sofía Palomino. El film cuenta con fortalezas y debilidades, sin embargo, su debilidad radica en no satisfacer las expectativas del espectador." ESTRENO DISPONIBLE HASTA EL 7 DE ENERO (8 SEMANAS) EN CINEAR ESTRENOS Emilia cuenta con un guion simple y de ritmo lento, con lo cual, a cierto espectador. Con respecto a la fotografía, ofrece atractivas imágenes y momentos bellos, aunque carentes de un contundente contenido que atrape al espectador. "Una buena película, que pese a su ritmo e inconsistencia a la hora de ofrecer una historia, logra mostrarse de forma correcta." Calificación: 6/10 FICHA TÉCNICA Elenco: Sofía Palomino, Claudia Cantero, Ezequiel Díaz, Camila Peralta, Nina Dziembrowski, Fernando Contigiani, Jorge Sesán Director y Guionista: César Sodero Productor: Juan Pablo Miller Director de Fotografía: Pigu Gómez Directora de Arte: Delfina Vélez Funes Vestuario: Jaqueline Suárez Maquillaje y Peinado: Celeste Dunan Montaje: Sebastián Schjaer Música: Mariana Debenedetti Diseño de Sonido: Emiliano Biaiñ y Marcos Zoppi Jefe de Producción: Nicolas Giorgis Asistente de Dirección: Marcelo Pozzo Directora de Casting: María Laura Berch
Volver y revolver. En la dinámica del personaje que regresa a su lugar de origen se yuxtaponen dos anhelos que paradójicamente encierran el pretexto de la fuga: uno espera encontrar aquello que perdió, a la vez que necesita descubrir algo nuevo para convencerse de haber regresado. Por lo general, en la vida real no ocurre ni una cosa ni la otra y el pasado es ese eterno retorno que cada vez orada y realimenta la necesidad de revolver para en definitiva no volver. A grandes rasgos eso es Emilia, ópera prima de César Sodero protagonizada por Sofía Palomino, en quien recae prácticamente toda la carga dramática y la responsabilidad de sostener un personaje que parece guiado por un instinto de romper normas y moldes; mandatos culturales y encontrar siempre la excusa para huir. Se trata de una película sobria, con un ritmo pausado pero que no cae en la tentación del letargo contemplativo para generar no necesariamente empatía entre personajes, sino una fina sintonía con las emociones.
Alguna vez se me ha ocurrido relevar todas aquellas películas que llevan un nombre en el título. Es una manía de esas que se me cruzan en las noches de insomnio cuando juego a ser Funes, el memorioso, aquel singular personaje de Borges. En varias oportunidades comencé. Entonces comprobé que en los últimos diez años ha habido una cantidad importantísima de historias con protagonistas mujeres y que en la mayoría de ellas el nombre es una excusa para inscribir cuerpos, explorar identidades, construir itinerarios y eludir cualquier camino épico (que sí tiene, en términos generales, la larga tradición de nombres masculinos). También comprobé que, más allá de los matices, no estamos lejos de que esto ya se haya transformado en “una cierta tendencia” (con permiso de Truffaut). Tampoco sé en qué se convertirá. Por lo pronto, y dentro de un esquema recurrente, cada película es un mundo. Y el que César Sodero ofrece en Emilia aporta su grano de arena sin demasiadas pretensiones y con justeza. El título con el nombre propio de una protagonista supone que la cámara nunca la va a soltar (otro recurso que se ha convertido en un lugar común), sin embargo, este comienzo aporta un valor diferente. A una considerable distancia vemos una esquina de noche, luego micros que llegan y una chica que baja. En la vereda del frente, la cámara la espera como si fuera un integrante más de ese pueblo patagónico. Ella cruza después de intercambiar las últimas palabras con un pasajero y se reencuentra con su madre. Poco tiempo transcurrirá, luego de ese inicio en el que hubo tiempo para indagar en el plano, para que nos percatemos de que Emilia vuelve a sus pagos, que se ha peleado con su pareja Ana y que iniciará un recorrido que no tiene ni principio ni fin. Porque si hay una sensación que invade es la del presente absoluto en todo aquello que tiene de incertidumbre, sobre todo cuando las emociones aparecen mezcladas (con permiso de los Rolling Stones). Entonces Emilia camina y fuma. Transita el pueblo, ese pueblo donde todos hacen preguntas y tienen, como ella, secretos. Se pelea con la madre, se encama con el marido de su amiga (reviviendo una relación anterior), llama a Ana para aumentar su soledad y poco pasa más allá de que la procesión va por dentro. Y el deseo también, porque en el colegio donde decidió dar clases se calienta con una alumna. Por supuesto, la cámara hará marca personal mientras el tiempo parece paralizado. Lo que necesita Emilia, más allá del sexo, son abrazos, pero los otros no se dan por aludidos. La joven estudiante es, tal vez, la esperanza para olvidar al otro amor. Y en ese viaje existencial hay un registro verbal lacónico, pero muy efectivo para dar cuenta de una situación emocional (¿generacional?). Ante una pregunta, Emilia responde “No sé, vivo”. Y se vive como se puede cuando se ha perdido el amor, es verdad. Un acierto de Sodero es no bucear en el drama acartonado ni juzgar o condenar las elecciones de su personaje en términos morales. Más bien acompañarlo de cerca para establecer qué tan incomunicados están los mundos de Emilia y del resto. Su madre conocerá un tipo y hará la suya (ya no romperá las pelotas), su amiga nunca se hará cargo de su condición de cornuda y el profesor con el que curte esporádicamente no entenderá que ella está para otra cosa. Una escena es elocuente al respecto. Emilia y Cristian (el marido de su amiga) cogen en un auto. No es un encuentro placentero. Cuando terminan, él habla del pueblo y ella expresa insatisfacción en la cara. Entre esas palabras y ese silencio se abre un abismo de incomunicación. Son dos tiempos diferentes que atraviesan toda la película. El último eslabón de la cadena lo vemos en la relación con la alumna. Lo que para otras historias podría derivar en un escándalo pacato, acá se torna natural y se elude inteligentemente cualquier ética que no sea la del deseo, aunque ello implique aumentar la desazón. Nada parece remediar la tristeza de la falta, calmar la incertidumbre del otro. Cada vez que Emilia dice “¿Ana, estás?” asoman la incógnita y algún que otro fragmento de un discurso amoroso: “La ausencia amorosa va solamente en un sentido y no puede suponerse sino a partir de quien se queda -y no de quien parte-: yo, siempre presente, no se constituye más que ante tú, siempre ausente”.