Colocando productos
No hay nada particularmente sorprendente en Emoji: La Película (The Emoji Movie, 2017), por lo menos en lo que respecta a la colocación descarada de productos del enclave digital en el sector infantil y/ o adolescente, o en lo referido al mismo hecho de intentar reforzar la obsesión contemporánea para con los celulares y toda esa bola de nieve de simplificación comunicacional que trae aparejada (aquí “simplificación” es por lo general sinónimo de pauperización, ya que una de sus consecuencias principales es la supremacía de la imagen más fugaz por sobre la riqueza del texto, al cual nunca complementa sino más bien reemplaza). Desde el nacimiento del séptimo arte, y la conformación de las dimensiones industriales del medio, el grueso del mainstream ha insertado publicidades de productos en films mucho peores y más huecos que el presente… aunque también en mejores películas.
Ya el mismo título señala que hablamos de una gesta animada centrada en el universo de los emojis, esas versiones recargadas de los viejos emoticones: Gene (T.J. Miller) es un emoji de “meh” -léase indiferencia o aburrimiento- que vive en Textopolis, la ciudad digital del teléfono de un adolescente, Alex (Jake T. Austin), quien padece los problemillas funcionales que se desencadenan cuando Gene, de entre todos los emojis, es seleccionado para salir al ruedo en una conversación y entra en pánico, lo que deriva en un intento de borrado por parte de Smiler (Maya Rudolph), la líder “carita sonriente” del centro de texto, y una huida junto a Hi-5 (James Corden), el emoji de una mano, y la hacker Jailbreak (Anna Faris), quien promete reprogramar a Gene para corregirlo una vez que los tres logren subirse a la nube vía Dropbox, aplicación a la que deben llegar en un periplo por el celular.
La realización no se anda con vueltas y decide “inspirarse” en obras similares -pero muy superiores- como Tron (1982), Ralph, el Demoledor (Wreck-It Ralph, 2012), La Gran Aventura Lego (The LEGO Movie, 2014) e Intensa Mente (Inside Out, 2015), y de paso incluye spots para nada sutiles de Dropbox, Candy Crush, YouTube, Just Dance, Instagram, Spotify, etc. El resultado final es bastante pobre aunque no llega a ser horrible porque por lo menos mantiene sin mayores modificaciones la estructura de la fábula del excluido que emprende un viaje de autodescubrimiento que termina homologándose a una reafirmación de los rasgos individuales, un sustrato narrativo que a su vez se remonta a El Patito Feo, el famoso cuento de 1843 de Hans Christian Andersen. Aquí Gene, en lugar de ser un emoji unidimensional como sus colegas, tiene la capacidad de cambiar sus expresiones a gusto.
Si dejamos de lado las interpretaciones vinculadas a si la propuesta induce a la utilización de muchos emojis al mismo tiempo para “enriquecer” nuestros chats o si directamente nos invita a que tiremos todo el abecedario por la borda, lo que queda es un relato apenas amable que no se aparta ni un ápice de las fórmulas ya testeadas hasta el hartazgo, una estrategia que por cierto le encanta al segmento menos iluminado de Hollywood y a los mamertos de marketing que dominan los estudios hoy por hoy. Las representaciones animadas de las herramientas, funciones y aplicaciones que ofrece Emoji: La Película tampoco son particularmente interesantes ni consiguen crear un mundo propio en la línea de Intensa Mente, circunstancia que nos lleva a pensar que -de hecho- la dimensión artística no fue prioritaria en el armado general y que las máximas de turno pasaron por vender productos/ marcas y abogar por el viejo propósito de que los niños encuentren ellos solos su lugarcito en el mundo, consumiendo por supuesto esos productos y marcas sponsoreadas…