Siempre pensé que la pregunta “¿por qué…?” debe ser uno de los disparadores importantes e impulsores del deseo de llevar a cabo un documental. No la única pregunta, claramente, pero de acuerdo a la temática que se decida abordar, es necesaria su presencia. Si es en el sub-texto mejor. Al menos si se pretende captar la atención del espectador y evitar que sea éste el que, una vez finalizada la proyección, se haga la pregunta fatal: “¿Y...?”
Sin llegar a este extremo, el resultado final de Empleadas y patrones deja una sensación parecida.
Veamos.
Desde el comienzo (y hasta el final) el film de Abner Benaim intenta durante un poco más de una hora, meternos en el pequeño universo de convivencia que se forma entre las dueñas de casas de clase alta y las empleadas domésticas que contratan. El objetivo primordial es poner una mirada íntima sobre una relación que se construye durante muchas horas al día. Así asistimos a una suerte de situaciones tragicómicas que tienen lugar en las distintas casas donde interactúan mucamas y amas de casa. Hay de todo, especialmente sarcasmos de una clase social a la otra.
Sin embargo estas escenas están intercaladas en una vasta cantidad de entrevistas a empleadores y empleadas ubicadas delante de un mismo fondo negro. Como si el director quisiera erradicar de sus entrevistadas, el concepto de clases sociales observadas por su cámara. Sucede que la interesante y ácida muestra de las diferencias de status y posibilidades, se va diluyendo por la falta de la famosa preguntita y queda una pieza de sabor a inconclusa.
La gente malintencionada, discriminadora y falta de valores existe en cualquier lado independientemente de su condición social. Esta reflexión que se va cayendo de madura atenta contra la idea original y el hecho de que la gente que aparece en la película sea de América Latina enfatiza lo fuerte de la propuesta a la vez que lo débil de la resolución.
Pero atención, esta película sirve como herramienta interesante para reflejar distintas realidades y el lugar que uno ocuparía. Como si fuera un espejo de la personalidad. Está llevada a muy buen ritmo, tanto en las entrevistas a cámara como en las casas elegidas para ejemplificar las posiciones. No es poco, pero queremos más.