“Empleadas y patrones” en un entretenido documental
Primera coproducción panameño-argentina, esta película fue en un comienzo algo así como la carpeta informativa de una comedia tropical. Abner Benaim, documentalista muy activo en Panamá e Israel, empezó recopilando entrevistas sobre la relación entre domésticas y dueñas de casa, y el material le inspiró una ficción: ¿qué pasaría si, mientras los patrones se van de compras a Miami, las domésticas se cobran a su manera los sueldos adeudados, y aprovechan para disfrutar debidamente las comodidades de la casa que ellas mantienen en condiciones?
Esa comedia se llama «Chance», y sus protagonistas son bien distintas a la voluntariosa sirvienta que hacía Niní Marshall en «Catita es una dama», donde los patrones se iban a Europa y unos necesitados invadían la mansión. En fin, el asunto es que, después de la comedia, Benaim volvió a su registro de entrevistas, le dio linda forma, y acá lo vemos, bajo el título «Empleadas y patrones», aunque mejor sería decir patronas. Hay un solo dueño entrevistado, encima medio pavote, y el resto son mujeres, a veces bastante graciosas, como una que busca asistente porque «la nana a veces tiene que comer».
Ese es el tipo de humor que predomina, el que surge sin que las entrevistadas se den cuenta, y permite sonreír ante ciertos malentendidos y pequeños desastres. Alternando unas y otras ante la cámara, a veces incorporando pequeñas escenificaciones, o alguna observación infantil («la nana es la que ayuda a buscar el gato cuando sale de la casa»), nos enteramos gozosamente de una obsesiva de la limpieza que quebró dos cucharitas de plata, tanto fregarlas, una maestra de etiqueta que pasó papelones en una cena, por no haber instruido previamente al personal, la empleada de 39 años que se fue con un jardinero de 19, o la señora que, muy suelta de cuerpo, responde «¿Cómo me va a demandar por los años trabajados, si es una inmigrante ilegal?»
También, por supuesto, aparecen las anécdotas de acosos nocturnos, las quejas a causa de niños malcriados, las salidas juveniles, reconocimientos, sueños, y una rara incomunicación, notable en una parte que bien daría para otra película, más bien melancólica, donde la entrevista recae sobre una anciana y la doméstica que lleva 33 años sirviéndola, y en una ocasión hasta le salvó la vida. La dueña hace los debidos elogios, pero reconoce, como al pasar, que ignora todo sobre la familia de su empleada, y ni siquiera registra cuántos hijos tiene. Es que nunca charlan. «¿De qué voy a hablar?», dice con la mayor naturalidad. Buena música de fondo, a cargo de Pedro Onetto, y fugaz presencia de Siniestro Mu y las Vacas Lobotómicas.