Si En buenas manos fuera un documental, tal vez estaríamos hablando de una obra maestra. Pero es una ficción didáctica, que explica, paso a paso, un procedimiento de adopción desde que una mujer decide que no va a quedarse con su bebé hasta que la criatura es entregada a su madre adoptiva. Y, como tal, choca contra varios obstáculos.
El primer inconveniente es que todo sucede en Francia, en una realidad primermundista alejadísima de la nuestra. Cuesta imaginar que una historia así sea universal: cabe suponer que los mecanismos institucionales franceses y la perfección de su funcionamiento distan mucho de los equivalentes argentinos.
De todos modos, esto no tendría mayor importancia si hubiera elementos dramáticos que nos comprometieran emocionalmente con el proceso burocrático. Jeanne Herry, directora y guionista de la película, es consciente de esa necesidad, y por eso les inventa conflictos familiares a los asistentes sociales involucrados en el cuidado del bebé y en la búsqueda de padres adoptivos.
Pero la verdad es que esos personajes no tienen un peso propio que les dé trascendencia a sus amores, desamores, tristezas, enojos. No son más que meros mecanismos de un engranaje -incluida la futura adoptante- y sus vaivenes no dejan de ser intrascendentes, más allá de los esfuerzos que Herry haga en contrario.
De esa manera, cargada de conflictos artificiales, En buenas manos se convierte en una anodina mirada al mundo de la adopción desde un punto de vista protocolar, que difícilmente interese más que a espectadores involucrados en su problemática específica.