En buenas manos: El hijo que adoptan no es lo mismo que un hijo biológico.
La directora y actriz francesa Jeanne Herry ofrece una visión empática y diferente sobre el proceso de adopción. Una película conmovedora y respetuosa acerca de la adopción que invita a reflexionar sobre las dificultades burocráticas y los dilemas de la vida misma asociados al deseo de ser padres.
En casi 2 horas de duración En buenas manos (Pupille, 2018), registra con amor y sensibilidad el complejo proceso de adopción, el cual se ve efectivamente explicado en un mensaje que da una trabajadora del centro: “Mi trabajo no es encontrar hijos para padres que sufren, mi trabajo es encontrar a los mejores padres posibles para niños en riesgo”, dejando claro que el deseo, el amor y el dinero no son suficientes para que el Estado te dé un niño, sino que hace falta estabilidad emocional. Esta vez, se plantea el tema desde un lugar nuevo, siguiendo lo que sucede con Theo, el bebé protagonista, a Jean (Gilles Lellouche), que trabaja cuidando transitoriamente a los niños, a Karine (Sandrine Kiberlain), una asistente Social y a Alice (Elodie Bouchez), que la madre adoptiva a Theo.
La historia atrae desde su premisa si se considera que las condiciones de adopción que se retratan en la película no son una ficción. En Francia, las mujeres pueden sólo llegar al hospital, dar a luz y dejar a su bebé en manos del Estado, bajo el completo anonimato. Herry homenajea la labor de los profesionales que son esenciales para que un bebé abandonado por sus padres crezca de una forma sana. La directora entrelaza las historias personales con la vida del recién nacido, lo que vuelve más sensible el relato.
Clara (Leïla Muse) tiene la libertad de compartir lo que ella desee sobre su embarazo y una educadora de la agencia de adopción se acerca a ella para orientarla, sin juzgarla. Su incapacidad para ser madre en ese entonces se ve reflejada con ciertas actitudes como negarse a cargar al bebé y a darle pecho Por otro lado, están Jean (Gilles Lellouche), un hombre que es padre de acogida, y Karine (Sandrine Kiberlain), una trabajadora del centro muy implicada en el bienestar de los menores. Además, retrata cómo los potenciales padres se enfrentan a miedos, incertidumbres y un sinfín de preguntas que no siempre son fáciles de responder.
Todos los que acompañan a Théo, hasta que encuentre un hogar definitivo, se muestran respetuosos y amorosos. El elenco que rodea al bebé es de una calidad extraordinaria, lo cual permite muchas veces emocionarse sin el uso de palabras, sólo a partir de las miradas de los protagonistas.
Sin regodearse en el drama – y hasta con algunos toques de humor – la historia muestra también el punto de vista de Alice, una mujer que lleva más de 10 años deseando ser madre, hasta el momento sin conseguirlo. Asimismo se observan los requisitos para que un niño pueda ser adoptado y que la negativa puede venir motivo de no ser idóneo, no tener una buena posición económica, no tener estabilidad emocional, no tener pareja, etc. Cualquier cambio en la situación laboral o sentimental es determinante en estos casos.
El guion de Herry es inteligente, sensible y claro, contando una historia con amor e informando sobre un tema importante en todo el mundo. La construcción de los personajes es inmejorable, generando empatía en el espectador. La película tiene buenas intenciones, eso es indudable, y hace que el público transite por diferentes sensaciones durante todo el metraje. La historia no abusa de la tragedia, por el contrario, está repleta de ternura.
En buenas manos (Pupille, 2019) es una película sensible y comprometida con una difícil realidad, aunque en Francia es notablemente mejor. Quizás peca de ser amable y edulcorada, pero tiene un buen mensaje y uno lo recibe con una sonrisa.