Como Juno, pero contada desde la historia del bebé. Alguien definió así a Pupille, y algo de eso hay. Aunque esta exitosa película francesa, nominada a varios premios César y dirigida por una mujer, Jeanne Herry (hija de Miou Miou, que tiene aquí un papel), es en realidad un relato coral, con múltiples protagonistas. Todos los involucrados en un mismo proceso, el que se pone en marcha, desde las instituciones a cargo, cuando nace un bebé llamado Théo. De una mujer de 21 que no quiere tenerlo (ni verlo ni tocarlo), sino darlo en adopción.
Una chica cuyo parto dará entrada a las nurses que llamarán a una asistente social, que hará los papeles para la guarda de una secretaría de familia que le dará el bebé a un asistente familiar, un hombre -casado, y padre-, que se dedica profesionalmente a cuidar chicos en tránsito, en su casa, como familia. Así que la rueda continúa, y él mantendrá al bebé tibio, como dice, a la espera de la llegada de su familia adoptante. Por otro lado, la película sigue a la futura madre, con flashbacks que dan cuenta de su larga espera. Más de ocho años como candidata a recibir un niño, que empezó en pareja y continuó sola. En buenas manos, que se ve con el tirón de lo que nos conmueve directamente, es una especie de fresco de un grupo de gente, burócratas y de los otros, llena de buenas intenciones -como la película-, dispuestas, atentas y preocupadas a sumar para conseguir que una vida incipiente salga adelante.