Brest, Francia. Por esas razones y sinrazones de la vida, una joven entrega al servicio público de adopción el niño que acaba de parir. Con delicadeza, la asistente social le explica cómo despedirse de su criatura, dejando una esquela por si años después el hijo quisiera saber quién fue su madre biológica, si alguna vez lo quiso, en fin. Ahora empieza el trabajo de enfermeras, pediatras, asistentes y padres temporales, hasta que el servicio decida qué padres adoptivos le convienen a ese recién nacido. Porque, como explica una de esas personas a cargo, el trabajo no es encontrarle un niño a unos adultos que quieren ser padres, sino encontrarle los padres más adecuados a un niño que ya viene con algún problema.
Esa es la historia que acá vemos. Sensible, no sensiblera. Sencilla, no simplona. Debidamente explicativa, pero no discursiva. Para más, bien interpretada por un elenco sin brillos inútiles, con Gilles Lellouche como el atento padre temporal y Elodie Bouchez como la aspirante a madre adoptiva, aunque no tenga pareja y ya muestre sus primeras arrugas. Unas idas y venidas en el tiempo, y subtramas quizás innecesarias, afectan levemente el relato, pero éste es un defecto menor frente a la importancia y la emoción que el mismo contiene. Autora, Jeanne Herry, hija menor del cantante Julien Clerc y de una popular actriz de los 70, Miou-Miou, nacida Sylvette Herry. El título original es “Pupille”, pero alguien le puso, para su difusión en estas tierras, un título mucho mejor, “En buenas manos”. Ahí es donde debe quedar un bebé cuando se lo entrega en adopción.