Para el que nunca fue a las ruinas de Machu Picchu y desea conocer algo de ese mundo y sus alrededores, que incluyen otros monumentos y reliquias milenarias del imperio incaico, En busca de la Ciudad Perdida puede resultar medianamente útil. Aunque más no sea para establecer un itinerario para recorrer ante una supuesta visita. Pero si estamos hablando de cine documental, esta pieza de Fernando Martínez carece casi por completo de interés, porque se trata, ya con lo antedicho queda claro, de un producto eminentemente turístico y despojado de mínimas propuestas expresivas o audiovisuales.
Martínez recorre rutinaria e inconsistentemente esos bellos escenarios, en donde lo natural, lo antiguo y lo moderno se mixtura, pero sin ningún criterio artístico. Para colmo comete la torpeza de aparecer permanentemente en cámara sin objeto alguno, en primeros planos delante de los paisajes o caminando sin rumbo, movido acaso por un narcisismo inexplicable. El presunto documental cuenta con una locución convencional que ilustra las imágenes como si fuera el spot de una agencia de turismo, y sólo se puede rescatar la música de Héctor Magni, un profesional del soundtrack de cine, que aporta buenas armonías y sonoridades.