En busca del muñeco perdido, que se vio por primera vez en la edición 2016 del Festival de Mar del Plata y ahora se estrena de manera casi fantasma en el Gaumont y alguna que otra sala del interior, es el debut cinematográfico de dos grupos cómicos platenses que se iniciaron en sendas series web: Jueves de Trapos, responsables de la serie de sketches cómicos llamada, bueno, Jueves de trapos, y Tangram Producciones, quienes irrumpieron hace ya siete años con Un año sin televisión. La película está escrita, producida, dirigida y protagonizada por miembros de ambos grupos, y fue financiada por medio de crowdfunding e inversores privados.
Lo primero que llama la atención es lo bien que estos muchachos logran sobrellevar lo limitado del presupuesto: En busca del muñeco perdido juega todo el tiempo a ser una película de aventuras tradicional, pero todo está muy cuidado desde lo visual y, cuando se llega a momentos que requieren un nivel de producción con el que claramente no cuentan, igualmente se las arreglan, ya sea mediante trucos o mediante el humor, para que nada desentone; para que todo sea orgánico. Y la verdad es que lograr armonía en algo como En busca del muñeco perdido no es tarea fácil: la película es decididamente maximalista en su propuesta de amalgamar capas sobre capas sobre capas de referencias, y su nivel de ambición es tal que habría sido muy fácil que la película fallara.
Afortunadamente, y a pesar de que técnicamente se trata de una opera prima, los realizadores tienen las herramientas y la experiencia suficientes como para salir airosos de semejante empresa, y el cambio de medio (de Internet y el formato breve al largometraje) se da de forma natural. La historia se centra en la tradición platense de quemar muñecos gigantes en año nuevo (y, de hecho, la película inventa una backstory muy graciosa donde se establece que se trata de una práctica milenaria que además contiene una amenaza de maldición si dicha tradición no se lleva a cabo), y tiene como protagonistas a un grupo de amigos de la infancia cuyo muñeco-ofrenda desaparece. La película narra esa búsqueda y hará que nuestros héroes se encuentren con (y se enfrenten a) otras pandillas de la ciudad, una más improbable que la otra.
Todo esto está narrado a razón de veinte chistes por minuto -muchos de ellos de una muy bienvenida incorrección política-, ejecutados en su enorme mayoría con buen timing y con la ayuda de un elenco compuesto íntegramente por grandes actores-comediantes, y hay montones y montones de referencias a buena parte del cine de aventuras de los últimos 40 años. La película es autoconsciente al punto de pasársela haciendo comentarios de sí misma como película: tenemos momentos como aquel en que, para que les entendamos a una pandilla de chinos (liderados por el extraordinario Chang Sung King, que es coreano pero eso es parte del chiste), de repente aparece el menú del VLC Media Player y se cambia el idioma del audio; u otro en el que uno de los personajes pide que le acerquen el guion para repetir los diálogos; y también un momento en el que se felicita a los protagonistas por haber llegado al tercer acto de la película.
Y no, acá no hay canchereada autocelebratoria a la Deadpool; la película está muy lejos de eso. Todo está al servicio de la comedia, y todo es una gran celebración del género (y de los géneros). Y en un país donde la comedia y el cine de género nos dan una cantidad ínfima -casi nula- de productos decentes al año, una película como En busca del muñeco perdido es más que necesaria.