Alpiste perdiste
El barrio, el “grupete” de amigos, el crecimiento y la aventura se dan cita en este film que trae muchos recuerdos de otros (Cuenta conmigo, Los Goonies, It) para quienes transitan por la zona de los 40 años y que lejos de alejarse de la infancia la buscan cada vez que pueden cuando aparecen películas como ésta. El debut de Hernán Biasotti y Facundo Baigorri en En busca del muñeco perdido (2016) es más que bienvenido teniendo presente la interesante serie web La frecuencia Kirlian (2017) –que ahora lanza una segunda temporada- en la que la animación y las historias unitarias generan entusiasmo por lo bien escritas que están.
El autor de esas historias es Cristian Ponce, uno de los seis guionistas de la película que hace del metalenguaje y de su franca renuncia a la solemnidad o la nostalgia por pasados mejores su mayor antídoto para que fluya el humor.
Para que eso ocurra es indispensable un reparto dispuesto al juego y en ese sentido es inmejorable el desempeño del propio Baigorri en el rol de Fito, José Saralegui como su primo, Juan Martín Cabana en el papel de Santi, Pedro Saieg como Pedro, Mateo Rodríguez Ramos interpretando a El aguatero, e Ignacio Saralegui en la piel de Rodolfo.
Todos ellos interactúan con espontaneidad y contagian, desde la torpeza y esa pizca de ingenuidad que piden sus personajes, para someterse con la cámara que los sigue en esa búsqueda por las calles de La Plata, de su preciado muñeco de papel maché que van a destruir fieles a la tradición en la medianoche del 31 de Diciembre.
El timing del relato iniciático en el sentido más amplio del término organiza las secuencias desde un orden progresivo pero a la vez disruptivo a conciencia y que hace de la propuesta su parte más arriesgada y la desplaza del resto de comedias con temáticas similares. Algunas rupturas en la estructura narrativa convencional ya aparecían en la serie web, con la utilización de elementos de contraste por ejemplo textos donde se cuenta una historia diferente o complementaria a la que se escucha en la original.
Por eso, anunciar que se viene un flashback en medio de la película y distorsionar la imagen deja de ser una ocurrencia y nada más porque en muchos segmentos de esta aventura desopilante, el subtexto emerge de la mano de los propios protagonistas, con la velocidad que necesita para ser efectivo dentro de la historia general.
Para cerrar una muy buena película el tercer acto es crucial y entonces los directores muestran su última carta para así conseguirlo.
Misión cumplida, humor garantizado, público contento y todo gracias a la magia del cine, a la magia de la cinefilia sin excesos de guiños y a esa infancia, que como la tradición, aparece cuando el muñeco se perdió.