Y sí, hay que comer, se dicen Hayden “fui Darth Vader” Christensen y Bruce “fui mil cosas y tuve pelo” Willis, y ahí van, uno como el papá que no le da bolilla al nene y para reconectar lo lleva a un viaje de caza (er...) y el otro, como un policía un poco corrupto. Hay un robo, los delincuentes secuestran al nene y papá tiene que hacer indecencias para salvar la vida del vástago. O sea, clase B otra vez (ver El implacable) con locaciones naturales, gente actuando de muy mala y de muy buena, y una buena dosis de lugares comunes. La historia es tan repetida que le juega en contra al trabajo de estos dos tipos que solo quieren cobrar sus suculentos garbanzos y seguir en el juego del cine y lo hacen -se podría no hacerlo así- con convicción y creyendo en que son esos personajes. Lo demás tiene, de todos modos, el atractivo de que sí, es previsible, pero cada vez hay menos películas chicas que van directo al punto, y casi nos olvidamos de cómo eran. Un digno relleno en dobles programas de otrora (¡Quizás como segunda de El implacable!).