Este reencuentro entre director y protagonista termina en un poco atractivo exponente del género policial.
Tres películas consecutivas con Bruce Willis y una última con Nicolas Cage muestran que el director Steven C. Miller encontró una veta comercial explotando a figuras pasadas de moda en títulos muy parecidos a los que los volvieron famosos.
Producción clase B destinada al consumo hogareño en casi todos los mercados del mundo, En defensa propia es un policial de antaño centrado en los avatares de un padre de familia al que las cosas le salen mal y, queriendo arreglarlas, le salen peor.
Will (Hayden Christensen) es un reputado corredor de bolsa que viaja con su familia a una cabaña rural con la idea de salir de caza con su hijo de 12 años. En el camino se cruzan con un intento de asesinato a sangre fría que los terminará involucrando en una red de corrupción que llega hasta los más altos niveles de la policía local, encabezada por Howell (Willis).
Como en El gran golpe / Marauders, la anterior asociación entre Willis y Miller, el resultado es un thriller que tranquilamente podría haber se rodado hace más de 20 años. La diferencia es que no se asume como el ejercicio nostálgico que es. Nada malo con volver a un tipo de cine que hoy prácticamente no se hace. El problema es que, ante la ausencia de entramado narrativo lo suficiente sólido para justificar las peripecias de su protagonista, el film pedía a gritos un tratamiento menos adusto y contracturado que volviera más disfrutable ver a Willis haciendo lo de siempre.