Cuentos que no son cuento... pero fueron musical.
La factoría Disney prevaleció allí donde otros estudios previamente claudicaron y logró llevar a la pantalla grande la obra de Broadway Into the Woods, que llega a nuestras salas locales como En el Bosque (Into the Woods, 2014). Y probablemente el hecho de haber podido concretar un proyecto tantas veces fallido sea lo más rescatable de todo este enjambre.
La adaptación fílmica del famoso musical cuenta la historia de un panadero y su esposa (James Corden y Emily Blunt), quienes descubren que una maldición impuesta sobre la familia del hombre les impide tener hijos. La misma bruja que les echó la maldición -interpretada por una siempre correcta Meryl Streep- ofrece deshacerla a cambio de cuatro elementos: una vaca blanca como la leche, una capa roja como la sangre, cabello amarillo como el maíz y una sandalia pura como el oro. Y es en pos de conseguir estos elementos que la pareja cruza su camino con el de varios personajes salidos de las obras más populares de los hermanos Grimm, como Caperucita Roja, Cenicienta, Jack y las Habichuelas Mágicas y Rapunzel. Las historias paralelas de dichos personajes se fusionarán con la trama central produciendo un híbrido que por momentos es disfrutable y en otras ocasiones se percibe un tanto caótico, en particular en la segunda mitad del film.
La dirección de Rob Marshall parece no saber aprovechar del todo el potencial proveniente del material original al momento del volcarlo en la pantalla, al contrario de lo sucedido con otro film musical de su autoría como Chicago (2002). En este caso estamos desgraciadamente más cerca de Nine (2009), su intento de homenaje a Federico Fellini. Sin dudas el mayor capital de la producción está en sus estrellas: a los ya mencionados Corden, Blunt y Streep, hay que sumar a Chris Pine en el rol de Príncipe Encantador, Anna Kendrick como Cenicienta y Johnny Depp como el Lobo, en una pequeña aparición de apenas cinco minutos que alcanzan para que su nombre aparezca al mismo nivel que los del resto del elenco protagonista... porque el tema del ego no es ningún cuento de hadas, chicos y chicas. La Streep y su magnetismo logran unificar ahí donde el relato flaquea, Pine sorprende sacando a relucir sus dotes musicales, al igual que Blunt, y Kendrick vuelve a reafirmarse en un género en el que mostró aptitudes hace unos años con Ritmo Perfecto (Pitch Perfect, 2012).
Podemos decir que el universo Disney es al mismo tiempo víctima y victimario de todo lo bueno y todo lo malo en esta producción. Sólo un imperio tan grande parecía ser el único con suficiente espalda para llevar adelante esta transposición del teatro a las salas de cine, pero al mismo tiempo el material original sufre a causa de la estricta politica de la casa de Mickey Mouse al momento de tratar ciertas temáticas un tanto oscuras para lo que se considera un “producto Disney” para toda la familia. Muchas de las muertes de la historia original son bajadas de tono e incluso libradas a la interpretación del espectador en esta versión fílmica. Lo mismo ocurre con ciertos tópicos como la violencia, la sexualidad, la infidelidad y la pedofilia. Y si la parte de la pedofilia les asombra, los invito a leer la historia original de Caperucita Roja. Es en este sentido donde la producción más sufre, porque al remover o rebajar la intensidad de ciertos elementos que son clave en la obra de los Grimm, obtenemos un material que en pos de ser ATP hace que el mensaje que se intenta expresar pierda potencia.
La familia tipo seguramente se divertirá con esta película y gozará con las canciones al mismo tiempo que disfruta de los momentos de aventura y peligro -que abundan- pero el resto de los mortales nos marcharemos con la sensación de que una vuelta de tuerca más podría haber dejado satisfechos a un mayor número de grupos etarios, más allá del target Disney.