Fábulas salvajes
Más parecida a la obra de Tim Burton (esos árboles retorcidos, esas tramas retorcidas) que los últimos trabajos del propio Burton, En el Bosque sorprende por su estructura, con una segunda parte que saludablemente traiciona a la primera, y que probablemente respete al oscuro y exitoso musical de Broadway que le da origen. Viniendo de Disney, resulta toda una curiosidad.
La premisa es más que interesante, explorar el más allá del final feliz, ver que pasa una vez que todas las perdices fueron comidas. Para ello se mantiene un engañoso clasicismo en la primera mitad, una ensalada a la Grimm que revuelve las historias de La Cenicienta, Las Habichuelas Mágicas, Rapunzel y Caperucita Roja. Lo hace con cierto criterio, amparándose en el revisionismo postmoderno de la obra teatral de james Lapine (que nunca fue pensada para niños) y el probado oficio de los intérpretes, empezando por Meryl Streep como la bruja que termina uniendo todas las historias y Johnny Depp como un incómodo lobo que exacerba su costado pedófilo. Aún así, para cualquier espectador que no sea amante del género, la excesiva duración puede volver la experiencia tortuosa.
Pero una vez que todo se resuelve con cierta facilidad empieza lo mejor. Como si de tratara de una película de Miguel Gomes (Aquel querido mes de Agosto, Tabú, La cara que mereces) la segunda parte pone en perspectiva a la primera y el blanco o negro se vuelve gris, y los deseos cumplidos pueden causar problemas gigantes. Pero claro, Rob Marshall no es Gomes y a veces el árbol no le deja ver el bosque, su estilo clipero está en las antípodas de lo que propone habitualmente el extraordinario director portugués.
En la oscuridad del bosque nunca queda claro a que público está dirigida la historia y las partes no terminan de integrarse del todo, en una película que crece cuando abandona el homenaje y decide irse por las ramas.