Cuento con final “cantado”.
Basada en el musical homónimo de Broadway, Into the Woods, de Stephen Sondheim y James Lapine, llega esta historia convertida en una acartonada versión cinematográfica de Rob Marshall. Los laureles del director, respecto a sus películas y sobre todo a su buen tino en la dirección de musicales, no son temas de debate ni de discusión, de hecho en los primeros cuarenta minutos de película se ven algunos destellos de esa genialidad a la que nos ha malacostumbrado, razón por la cual asistimos engañados a esta propuesta banal. El inicio del film, a través de un montaje exacto y una puesta en escena prometedora, invitan a un disfrute que pasada la hora y media de la película no podrá sostenerse, sugiriendo más de una mirada de reojo al reloj, deseando que este compilado de cuentos que parece nunca acabar, acabe de una vez.
El reparto es ambicioso, con Meryl Streep a la cabeza como una bruja que funciona como un catalizador para un sinfín de situaciones que combinan los distintos personajes de los cuentos de los hermanos Grimm. Lamentablemente no parece poder llevar el cuento, con la ayuda de la siempre impecable Emily Blunt, a un final feliz.
La historia es sobre una pareja de jóvenes panaderos, quienes debido a un hechizo no pueden tener hijos. Su bruja vecina ofrece revertir la maldición a cambio de ciertos elementos: una vaca blanca, una capa roja, un mechón de cabello rubio y un zapato puro como el oro. Todos estos elementos darán con un compendio de personajes conocidos, tales como el protagonista de Jack y las Habichuelas Mágicas, Caperucita Roja, el Lobo Feroz (interpretado por Johnny Depp: estos papeles sólo los puede hacer si lo dirige Tim Burton, claramente), Cenicienta, Rapunzel y unos príncipes azules teñidos de gris, tanto por sus actuaciones como por sus pobres diálogos.
El bosque funciona como contexto para lograr este menjunje híbrido de cuentos infantiles, donde las canciones fallan la mayoría de las veces, los decorados son demasiado teatrales y algunas actuaciones rozan lo burdo. Ya llegando al final, esta historia logra, como los cuentos que nos leían de pequeños, mandar a niños y adultos a dormir, sin siquiera un final feliz. Hablamos de un intento fallido, olvidable, el cual quedará como un recuerdo etéreo de un musical que nunca debió abandonar las tablas teatrales, y el cual, sin Meryl Streep brindando otra brillante actuación, sería un desperdicio total de celuloide.