Walter Salles se atrevió, con la producción de Coppola, con un texto mítico, bisagra de una generación. Esa generación beat, que Jack Kerouac definía como seres de ruptura, “que arden cual fabulosos cohetes pirotécnicos”. Y en la película del talentoso director está la más cuidada recostrucción de época, los más cuidados paisajes de la Norteamérica profunda, la buena música, pero todo luce bello, estilizado, sin los golpes contundentes de quienes empujan los límites de una sociedad en crisis. Algo parecido pasa con los buenos actores, que no llegan a la altura de esos personajes conmovedores.