¿Cómo sería experimentar Moby Dick sin la presencia de “lo maravilloso”? Lamentablemente la respuesta está en el nuevo film de Ron Howard y por supuesto no es satisfactoria. Más allá de sus reflexiones políticas, filosóficas y religiosas la novela de Melville tenía a lo maravilloso y lo fantástico como estandarte, hasta diría como ideología. Ese gesto honorable había sido venerado por John Huston y es la punta de lanza de su obra maestra de 1956.
Debemos decir que esto no fue innovador, hasta hace no mucho tiempo, íbamos al cine para maravillarnos, pero progresivamente el impulso del CGI empezó a estar acompañado por un exceso de jerarquización de las escenas descriptivas. Ir al cine por estos días lamentablemente es, en la mayoría de los casos, caer en un conjunto de secuencias en donde abundan detalles técnicos absolutamente irrelevantes por sobre la acentuación dramática.
Esto pasa en Misión Rescate (The Martian), donde Scott se preocupa demasiado por hacernos saber cómo se cultivan papas en Marte y también en En el Corazón del Mar (In the Heart of the Sea). Parece que la épica se volvió una idiotez y por consiguiente es necesario sumergirla debajo de la tecnocracia para que los films tengan un aire más grave. Incluso estoy seguro que la mayoría de estos directores (entre los que se destaca Nolan) creen que de esta forma los films se vuelven “humanos y realistas”. Grave error, no hay nada más humano que la épica, ni experiencia parecida a entrar a una sala de cine a maravillarse.
En su intento por contar “la historia real” En el Corazón del Mar se convierte en una película tan falta de espíritu como las locaciones digitales en las cuales transcurre.
No es una cuestión de géneros cinematográficos, está claro desde el vamos que la película no es una remake de Moby Dick, el error es no creer que puede apelarse a la épica y lo maravilloso contando historias con bases históricas. Kon-Tiki: Un Viaje Fantástico (Kon-Tiki) resulta estimulante en estos términos y parte casi con las mismas herramientas. El problema tampoco es Ron Howard, cuyas películas siguen manteniendo la simpatía del primer Spielberg, sino una nueva consciencia surgida hace tiempo y legitimada con premios a películas como Una Aventura Extraordinaria (Life of Pi) en donde se alienta a confundir profundidad con alegoría y se usan los efectos digitales para generar un distanciamiento respecto a lo material aun sabiendo que, justamente, el poder de lo fantástico reside en la posibilidad de su existencia material. No hay que volver a contar historias con decorados, animales y escenografías reales, hay que volver a contar historias. Punto.
En el Corazón del Mar no es una película sobre la superación de las adversidades o sobre la grandeza del ser humano, estos temas están planteados pero no resueltos o profundizados mediante la narración. La película parece tratar sobre como un gran escritor puede encontrar lo maravilloso dentro de un relato anecdótico. Eso sigue haciendo a Howard un tipo simpático, aunque la película sea la anécdota y nunca pretenda dejar de serlo.
Si como espectador te interesa ver una versión de La Tormenta Perfecta ambientada en el siglo XIX esta es tu película. Si tenías esperanzas de ver algo relacionado a Moby Dick vas a ver a Ben Whishaw haciendo de Melville, no mucho más.