Cómo surgió “Moby Dick”
La historia del barco que sufrió el ataque de la ballena blanca, contado con efectos, grandilocuencia y algunos lugares comunes.
La nueva película de Ron Howard -un realizador tan ecléctico que puede hacer maravillas pequeñas como El diario, filmes de consumo masivo con pretensiones artísticas como Apollo 13 y Rush, colocarle peluquín a Tom Hanks y azotarnos con bodrios comerciales como la saga de El código Da Vinci- cuenta el viaje del barco ballenero Essex, en 1820, que inspiró a Herman Melville para escribir Moby Dick.
La película se incluye entre esas epopeyas marítimas que tanto le gusta(ba)n a Hollywood, historias de entereza, de hombres abandonados a su (mala) suerte, a kilómetros de todo y de nada, y que deben subsistir como sea. Hay algo de Una aventura extraordinaria y de Inquebrantable, claro.
Tal vez usted leyó sobre En el corazón del mar hace unos cuántos meses, cuando la película iba a estrenarse internacionalmente y luego se postergó. Y es, junto a Steve Jobs, el otro estreno de este último día del 2015, otro ejemplo de buenas realizaciones, pero que no han sido apoyadas por el público, al menos en su país de origen.
Howard contactó a Chris Hemsworth, a quien había dirigido como James Hunt, el piloto de Fórmula 1 en Rush, y le confió el papel de Owen Chase, primer oficial del ballenero Essex, a cuyo mando parte el acomodado George Polard (Benjamin Walker), nombrado capitán por una cuestión de linaje y no de capacidad en ultramar.
Estamos hablando de 1820, cuando el aceite de ballenas servía para iluminar ciudades enteras, antes del apogeo de la industria del petróleo.
Howard cuenta dos historias a bordo de ese barco, y la combina con una tercera. La del océano, que tiene que ver con la lucha entre los hombres y la ballena, que parece tener ansias de venganza humana, y ataca repetidas veces el Essex; la segunda es la de la supervivencia cuando el barco naufraga; y la tercera es la que une a Melville con Thomas Nickerson (Brendan Gleeson), sobreviviente de la tragedia, a quien visita más de 30 años después del naufragio, interesado en conocer de primera mano qué fue lo que sucedió.
Por un lado está lo ampuloso, lo magnífico, el deseo de Howard por hacer una película majestuosa. Entonces apelará al 3D para sentirnos como los marineros, en medio de una tempestad, o vibrar con los ataques de la ballena. Los efectos visuales son muy buenos, y no puede reprocharse absolutamente nada a la ambientación, la fotografía de Anthony Dodd Mantle, y hasta la música del español Roque Baños, que acompaña y no se pone adelante de las acciones, algo que egoístas compositores suelen realizar.
En esto también hay un punto que enlaza a En el corazón del mar con Una aventura extraordinaria, ya que lo que sucede en alta mar es contado en una entrevista. El poder de la naturaleza ante el hombre, la capacidad de éste por realizar actos que van más allá de los límites imaginables, también son centrales.
Pero Hemsworth está lejos de lograr compenetrarnos en su papel de cazador de ballenas, como lograba Robert Shaw a la pesca del escualo en Tiburón.
No está de más recordar que Howard ya tuvo su bautismo de fuego en el agua con otra película con un ser que se sumergía y emergía. Era Splash, con Daryl Hannah como una sirenita.
En fin, que el tiempo pasa para todos.