Así, sin ningún tapujo ni escrúpulo se mueven algunos personajes en el mundillo del cine. También es verdad que en materia de originalidad el que esté libre de plagio que arroje la primera hoja A4. Pero una cosa es saber tomar elementos vistos u oídos para reformularlos o redefinirlos, y otra muy distinta es, en cine, hacer una película casi calcada de otra sin tener al menos el decoro de anunciarla como remake. ¿Se acuerda de “Twister” (1996)? Jan de Bont presentaba una narración clásica en la cual Bill Paxton y Helen Hunt eran una pareja a punto de divorciarse, pero que todavía compartían la misma pasión y adrenalina por cazar tornados, en función de poder instalar en uno de ellos una sistema con micro-satélites que, desde el mismo ojo de tormenta, fueran capaces de transmitir señales claras para estudiar y prevenir estos fenómenos meteorológicos. En medio, obviamente, estaban ellos reconstruyendo sus vidas en el contexto opuesto o sea, la destrucción. Sólida historia con grandes efectos especiales al servicio de la misma.
El guionista de “En el tornado” copian las dos o tres capas más superficiales de su progenitora; marco geográfico parecido: presentación del “villano” a la Tiburón (1975); personajes queribles; y, por supuesto, la espectacularidad de los efectos visuales, especiales, CGI, etc. Nada más.
Desde el punto de vista de los personajes, tenemos tres vértices por los cuales la historia da comienzo. Por un lado, Gary (Richard Armitage) es el padre de dos hijos adolescentes encargados de filmar la ceremonia de egresados del colegio. Donnie (Max Deacon) anda tras Kaitlyn (Alycia Debnam Carey). una bella estudiante que debe terminar su tesis audiovisual o repite el año. Claro, se salen del evento para ir a filmar una fábrica abandonada en la cual Donnie tratará de “facturar”. En la otra punta están los cazadores de tormentas comandados por Pete (Matt Walsh) y Allison (Sarah Wayne Callies), quién como subalterna quiere al menos una buena predicción de presencia de tornado para evitar la cancelación del proyecto con su consiguiente despido, pero además para poder volver con su hijita tras meses de ausencia. Finalmente, la tercera pata no aporta absolutamente nada más que una excusa para el humor con dos tarados que intentan a toda costa captar un video utilizando el espíritu de Jackass para subirlo a YouTube, ser famosos y conseguir chicas. Adivine lo que pasa cuando se enteran que el tornado más grande de la historia va hacia Silverton, su pueblo. Podría haber sido esta una propuesta interesante, pero queda en lo anecdótico.
El director, Steven Quale, tiene una de cal y una de arena. Si el guión de John Swetnam (copiado y todo) tuviera en los personajes consistencia como aquella de los ‘90, al menos no se vería en la posición de recurrir al melodrama para darle peso dramático. Luego, ante la casi ausencia de conflicto no le queda otra que recurrir a sus pergaminos como asistente de James Cameron y supervisor (brillante) de efectos especiales de “Avatar” (2009), y convertir a los rubros técnicos en la verdadera y casi exclusiva estrella de “En el tornado”. Todas las secuencias del viento llevándose puestos, techos, árboles, camiones y Boeingss son sencillamente espectaculares. El trabajo es digno de la pantalla grande pues su efecto sobre la platea será abrumador. Aquí es donde, tal vez, la parafernalia para mostrar la fuerza del viento justifica el precio de la entrada y uno puede quedarse con imágenes inolvidables. Si la vara estaba alta, aquí se supera con creces. Lástima que todo eso vaya en desmedro de lo principal: narrar una historia. Para bien o para mal, se pasa volando.