“En el tornado” es una película que presenta sus atractivos desde su temática (los tornados) o desde el género (cine catástrofe) si se quiere, no desde sus actores. Sin embargo tiene buenos actores. Los tres protagonistas adultos –trabajadores esencialmente de la pantalla chica- nunca vieron su nombre en un póster, en letras grandes, y es por eso que entienden la importancia de defender con uñas y dientes papeles como los que esta vez les tocaron en suerte. (La bella) Sarah Wayne Callies, Matt Walsh y Richard Armitage: lo hicieron bien, más no será esta la película que les permita dejar una huella en el cine.
Tornados dijimos. Eso sí lo recordaremos, si ya no lo deja lo suficientemente claro el título del film. Por lo demás, la historia es irrelevante, porque el guión (John Swetnam, de pocos créditos anteriores) y el director (Steven Quale, de pocos créditos anteriores) así deciden que lo sea. Por un lado, un cazatornados y su equipo documental, conformado por un asustadizo joven y una madre soltera y trabajadora, esperando filmar la mayor tormenta de la historia. En el medio, desperdigados, los dos ‘comic reliefs’ menos graciosos del año. Por otro lado, dos hermanos que cursan en una secundaria en la que su padre, viudo y distante, es vicerrector. El evento del día es la graduación de quinto año, que ellos filmarán. Se imaginarán qué es lo que debe pasar para que estas dos líneas dramáticas se crucen.
No me gusta escribir así, haciéndome el listo, y generalmente este tipo de previsibilidad no me molesta en una película…si algo interesante esta sucediendo en medio de ella. El cine muchas veces trabaja sobre argumentos y resoluciones que el público espera de antemano, pero las buenas películas son aquellas que no ponen el acento en el qué sino en el cómo. “En el tornado” vendría a ser puro ‘qué’. Basta con leer el párrafo anterior en el cual, haciéndome todavía el sabelotodo, dejé entrever algunas subtramas que el film amaga con desarrollar, dejándolas por completo en la superficie.
Esa falta de desarrollo a mí particularmente me molesta. No porque le reste efectividad a una película cuyo mayor –y único- mérito es meternos donde indica su título, sino porque impide toda conexión con las personas que allí están metidas. Los personajes, que no son pocos, no nos interesan porque no le interesan a quienes nos los están mostrando. Cambian de decisión en cuestión de segundos y se apegan emocionalmente apenas se conocen para poder justificar diálogos sentidos que vendrán posteriormente. Aparecen y desaparecen como si nada, como los cinco autobuses que huyen del colegio con cientos de personas y que diez minutos después se convierten en veinte personas sin que nadie se preocupe por mostrarnos qué pasó en el medio.
Cabe agregar que también es molesta la forma en que nos muestran a estos personajes. Dado que por un lado hay un equipo de filmación, en el medio unos aficionados que quieren ser famosos por YouTube y por otro dos hermanos que filman, la película intenta sostener todo el relato contado desde cámaras que verdaderamente estén filmando en el momento. Lo cual habilita el recurso de la cámara en mano, el zoom, las manchas de agua en la pantalla y demás cuestiones. Todo este dispositivo no hace más que entorpecer el realismo del relato –porque la cámara se sitúa en lugares imposibles y le quita fluidez a los personajes y sus acciones, y porque en varios planos, comprendemos que nadie puede haber filmado tal cosa- cuando lo que pretende es absolutamente lo contrario.
Generalmente este tipo de planteos formales no me hace ruido, pero en una película donde todo lo otro que está ocurriendo no me resulta atractivo en lo más mínimo, concentro mi atención sobre eso y le veo los hilos y la paso, lisa y llanamente, mal.