El juego del gato y el ratón
El prolífico, talentoso y muchas veces desconcertante director francés François Ozon se basó muy libremente en una obra teatral del español Juan Mayorga para esta mixtura entre la comedia, el drama y el thriller que remite al tono de sus primeros trabajos (Los amantes criminales, Sitcom, Gotas de agua sobre rocas calientes) y que resulta una suerte de regreso modernizado al Alfred Hitchcock de La ventana indiscreta, al cine de Woody Allen (en este caso, hay incluso un homenaje explícito cuando los protagonistas van al cine a ver Match Point) y a la fascinación por los relatos morales sobre la burguesía de Claude Chabrol.
A partir de un guión propio, el realizador de Bajo la arena, 8 mujeres y Potiche narra en su penúltimo largometraje (posteriormente realizó Joven y bella) la historia de Germain (otro notable trabajo de Fabrice Luchini), un profesor de literatura de escuela secundaria harto de su trabajo y, sobre todo, de la mediocridad de sus alumnos. En medio del fastidio acumulado, mientras corrige con "piloto automático" los distintos trabajos (composiciones sobre qué hicieron los adolescentes durante el fin de semana), se topa con uno que lo sorprende, lo intriga, lo fascina.
Es que uno de los jóvenes que apenas se hacen notar en clase redacta una historia llena de misterio, erotismo, perversión. Germain se lo lee a su esposa, Jeanne (la siempre convincente Kristin Scott Thomas), una galerista avant garde , y ambos quedan entre perturbados y enganchados con el relato. Es que Claude (Ernst Umhauer), que intenta salir de su poco contenedor hogar de clase media-baja, cuenta cómo se ha inmiscuido e insertado dentro de la familia "perfecta" de un compañero de clase llamado Rapha (Bastien Ughetto). Germain se siente cada vez más obsesionado por la trama e insta al autor a profundizar su estudio antropológico-literario y, por qué no, incluso a seducir a Esther (Emmanuelle Seigner), la madre de su amigo.
Lo que sigue es un simpático y atrapante (al menos durante buena parte de los 105 minutos) péndulo entre ficción y realidad con manipulaciones cruzadas (hay algo de juego de gato y ratón, de cazador-cazado), cuyos tragicómicos resultados hacen de este thriller psicológico un ensayo inquietante y fascinante sobre la relación maestro-estudiante, sobre las contradicciones generacionales y sobre el efecto motivador de la literatura. Aunque no todos los recursos son igualmente logrados (no siempre funcionan las fantasías en las que Germain también aparece como personaje), En la casa es una película con suficiente ingenio, picardía, gracia, ligereza y fluidez como para seducir al espectador sin por eso resultar superficial o banal. Bienvenido sea, entonces, este regreso de esta buena versión de Ozon a la cartelera argentina.