“El arte despierta nuestros sentidos de la belleza”
El voyeurismo ha sido filmado de manera muy virtuosa numerosas veces, por grandes cineastas. Los ojos hipnotizados de Henry Hill en Buenos Muchachos, mientras observa a los gángsters a través de la persiana de su dormitorio, deseando convertirse en ellos algún día, o los voyeuristas más recordados: Norman Bates espiando a Marion desvestirse a través de un agujero en la pared; y Jeff con sus binoculares, siguiendo la vida de las personas que habitan el edificio de en frente. Como cinéfilos, somos curiosos por naturaleza y nos obsesiona la imagen, ya sea un fotograma, un plano detalle, la fotogenia de un rostro. Siempre buscamos saciar nuestra sed por contemplar una parte en la vida de los personajes. Y eso es lo que nos permite el cine; espiar como si lo hiciéramos a través de una ranura en las vidas ajenas. Esto es lo que hace el personaje de Claude (Ernst Umhauer) pero de manera extrema: vivir las vidas ajenas como propias. Cuando comienza a escribir sobre la vida de su amigo Rapha -al que ayuda en matemática- y su familia, lo que empieza como una tarea para entregar a su profesor de literatura, se va transformando en algo cada vez más oscuro y retorcido, que obsesiona tanto al profesor como al espectador...