Había una vez un chico
El prolífico François Ozon transpuso la obra teatral El chico de la última fila, de Juan Mayorga, y el resultado es En la casa (Dans la maison, 2012), película en la que indaga sobre el poder de la imaginación y el sentido de la verdad en la familia.
En una de las tantas lecturas de los ensayos de sus alumnos que debe corregir con malestar, el profesor de literatura Germain (Fabrice Luchini) se lleva una sorpresa: una de ellas es brillante. Por su nivel de observación, por la destreza narrativa, por el poder de seducción que genera en el lector. Tiene en su clase un pequeño gran escritor llamado Claude (Ernst Umhauer), un rebelde apático que, desafiante, le despliega ante sus narices aquello de lo que, sabremos, él carece: talento literario. El problema no está en el cómo, sino en el qué; el texto es la crónica de la intimidad familiar de uno de los compañeros. Es el resultado de una intromisión. Con una mirada sobre los límites de la ética y la estética comienza este intrigante film de François Ozon.
En la casa tiene mucho de fábula moral, pero no es nada moralizante. El foco está puesto en la tan compleja relación entre la fantasía y la realidad, y el modo en el que el artista trabaja con ese material. Se cuelan, como no podía ser de otra manera, reflexiones sobre el “buen decir/escribir” y la labor del escritor. Pero más allá de los apuntes mordaces (algunos, incorporados como intervenciones del propio profesor dentro de las fantasías de su alumno), lo que hace más interesante al film es la mirada (por momentos, demasiado despiadada) sobre la intimidad de la familia, la imposibilidad de vivir en plenitud en una comunidad reducida, y las dinámicas de poder que se tejen alrededor de apenas tres personas.
¿Pero qué es lo que origina esos papeles, el vínculo entre profesor y alumno, y al mismo tiempo barre con todas las categorías sociales (las escolares, las familiares) que afectan al dúo protagónico? Un compañero tímido, con problemas de autoestima, una mujer insatisfecha y su marido preocupado por su negocio. Nada que no esté a la vuelta de la esquina. En la película se cimenta la idea de que “detrás de cada casa hay un mundo”. El plano final sintetiza (de modo un tanto redundante) este aspecto.
Detrás del papel y las maravillosas letras de Claude está esa casa que lo intriga obsesiva, neuróticamente, y que deviene en la perdición del profesor; trazará con ese espacio (físico y mental) su propia decadencia. Tras la primera lectura, Germain se transforma no sólo en el mentor, sino en el lector más atento. La moral burguesa, las perversiones y las represiones sexuales, la condescendencia, la miseria, la traición a sí mismo; tales son los temas que se entrelazan en esta fascinante trama en la que, además de las estupendas labores actorales de Fabrice Luchini y Ernst Umhauer, se destacan igualmente Kristin Scott Thomas y Emmanuelle Seigner.