Robert Zemeckis vuelve al cine de primer nivel con En La Cuerda Floja (The Walk), una de las pocas películas donde vale la pena pagar de más por el 3D.
Caminando por un sueño
1974. Philippe Petit es un artista callejero, despreciado por su familia, que se dedica de lleno a sus habilidades como malabarista, pedaleando en monociclo o caminando sobre cuerdas. Luego de conocer a la mujer de sus sueños y al que será su mejor amigo, descubre la adrenalina que es hacer equilibrio entre dos puntos extremadamente altos tras caminar ilegalmente sobre la Catedral de Notre Dame. Desde entonces tendrá solo una idea y un deseo en mente: cruzar con su cuerda las Torres Gemelas en Nueva York.
No apta para gente con vértigo
La historia creo que es conocida por todos. De hecho, ya existe un documental al respecto llamado Man on Wire, ganador del premio Oscar en el 2008. Pero de todas maneras, Zemeckis y su equipo decidieron adaptarlo en forma de ficción a la gran pantalla, y en tres dimensiones.
Y aunque suelo renegar bastante ante el formato 3D, esta vez hay que reconocer que la película hace un uso magistral de dicho recurso, provocando verdadero vértigo en el espectador cuando Philippe Petit camina a una altura monstruosa cruzando las Torres Gemelas.
Zemeckis logra sacarle todo el provecho posible a esta tecnología, y no solo tirando cosas a la pantalla o poniendo la cámara contra picada para ver como caen objetos desde el vacío. No, el efecto tridimensional esta usado para sumergirnos aun más y poder sentir de cerca la adrenalina que vivió Petit al lograr tal hazaña. En lo personal, desde Gravedad que no veo un uso tan inteligente de un recurso que muchas veces es usado como único gancho para atraer espectadores, cuando en realidad deberían implementarlo de esta forma. Como una herramienta más.
Pero En la Cuerda Floja no sobresale solo por el buen ojo de su director a la hora de aprovechar el 3D. Las actuaciones si bien no son nada del otro mundo y dudo que alguno de los actores este nominado a algún premio, son lo bastante solidas como para que empaticemos con ellos. En especial Joseph Gordon - Levitt, quien a la hora de tener que hablar con un acento francés corría el riesgo de sonar forzado, pero a los pocos minutos se nos hace creíble su nacionalidad y no desentona frente a actores que si son de origen galo.
El punto más blando de En la Cuerda Floja es sin duda su guión. La historia escrita por el propio Zemeckis y Christopher Browne se hace demasiado simple, sin ningún conflicto en concreto salvo que Petit pierda el equilibrio y se estrole contra el piso. Todo le sale demasiado bien a los personajes, y pareciera que pueden hacer lo que quieran sin que nadie se los impida. Más allá de ser un hecho verídico es también una película de ficción, no un documental, y hubiera sido mejor aprovechar ese margen para adornar un poco la historia y volverla más interesante. Eso sí, el dúo de guionistas se tomó su tiempo para rendirle un homenaje a las Torres Gemelas, que por cierto se siente bastante fuera de lugar.
Conclusión
Muy a pesar de su simple historia, En la Cuerda Floja es una muy buena película. Es simpática y con el sello de Robert Zemeckis impreso en cada minuto, y los ávidos consumidores de cine, que siguen la carrera del realizador, ya tendrán una idea clara de lo que se van a encontrar. Pero los desprevenidos que lleguen sólo por el espectáculo van a ver un film ameno y entretenido, que aprovecha al máximo las benditas tres dimensiones y que los hará sentir contento de haber pagado esos pesos extra. Sin dudas uno de los mejores ejemplos del buen uso del 3D que podamos ver hasta hoy.