Toda película basada en una historia real, cuyo final conocemos de antemano, encierra una gran limitación en cuanto al factor sorpresa. Si el film en cuestión tiene como eje central una situación de enorme suspenso, como la del cruce de un funámbulo sobre una cuerda que pende entre cada una de las terrazas de las Torres Gemelas, el asunto se complica todavía más. En 2009, Man on Wire, un documental basado en esta hazaña de Philippe Petit se llevó el Oscar, y ahora Robert Zemeckis (Náufrago, Forrest Gump, Volver al futuro), vuelve sobre esta apasionante y demencial gesta, titulada por los medios en su momento como "el crimen artístico del siglo".
En la cuerda floja opta por un tono lúdico y naif. En la apertura del relato, lo tenemos a Philippe (Joseph Gordon-Levitt) contándonos su historia desde la antorcha de la estatua de la libertad. Con una atmósfera de fábula, Zemeckis nos pasea por la infancia, adolescencia y primeros años de juventud de este artista en las calles de París. En aquel tiempo Petit conoce a Papa Rudy (Ben Kingsley), un patriarca del mundo circense experto en las más precisas técnicas de equilibrismo; y también queda impactado por la dulzura de Annie (Charlotte Le Bon), una bella chica que canta con su guitarra en los más pintorescos rincones parisinos.
La preparación para el plato fuerte de la película tiene una cocción a fuego lento. En el camino, se suman los necesarios cómplices para cruzar el océano, y así emprender la clandestina proeza en New York. Zemeckis encara con ligereza esta introducción, que toma más de una hora del relato, confiando demasiado en un tono de cuento que descarta fuertes cruces entre los personajes, y bordeando algún momento sombrío, pero sin atreverse a la oscuridad. El hecho de que la novia de Philippe tenga un rol que apenas se asoma por encima de lo decorativo, y que los secuaces estén tan encandilados con su desafío en las alturas, le resta potencia a unos enfrentamientos dialécticos que no superan algún infantil chispazo.
En cambio, la película gana en encanto e incorrección cuando esta atípica troupe inicia su profanación de las Torres Gemelas, que en aquel momento se encontraba en el último tramo de su construcción, para montar todo el andamiaje necesario para el gran cruce sobre la cuerda. Así y todo, el realizador se encarga de que la vulnerabilidad en los débiles límites de seguridad de aquellos monumentales edificios que estaban listos para ser estrenados en 1974, no sea mostrada de una manera avasallante e invasiva, conserva el tono juguetón y presenta a los derribados íconos de la arquitectura urbana con una ineludible mirada metafórica que oscila entre la admiración y el homenaje.
El film potencia su performance con un impecable 3D, tal vez uno de los más logrados en las grandes producciones de los últimos tiempos. Exquisito en el tramo en que acompañamos los inicios del personaje en París, y decididamente vertiginoso cuando Philippe camina a más de 400 metros de altura sobre la cuerda trazada entre los legendarios rascacielos. Fue justamente Petit quien, a través de su desmesurada peripecia, se encargó de dotar de humanidad y cariño a esas grandes moles del World Trade Center. Gordon-Levitt despliega un arsenal de recursos para componer al extravagante personaje, y por momentos luce algo pasado de rosca y artificial con esos lentes de contacto celestes que opacan la autenticidad de su mirada. Así y todo, la contundente habilidad de Zemeckis para crear un puñado de imágenes tan hipnóticas como intensas, se eleva por encima de cualquier falencia y nos lleva a sentir el sublime aire de las alturas.
The walk / Estados Unidos / 2015 / 124 minutos / Apta todo público / Dirección: Robert Zemeckis / Con: Joseph Gordon-Levit, Ben Kingsley, Charlotte Le bon, James Badge Dale, Clement Sibony.