La muerte digna.
A veces sucede que vemos películas que no se corresponden con el marco temporal en que son producidas, que dan la sensación de ser obras que en alguna época pasada hubieran ofrecido un golpe de efecto mucho más certero. Algo de eso sucede con En la Mente del Asesino (Solace, 2015). Los agentes del FBI Merriweather (Jeffrey Dean Morgan) y Cowles (Abbie Cornish) se encuentran tras la pista de un asesino en serie con un modus operandi sumamente particular, y para ello solicitan la ayuda de John Clancy (Anthony Hopkins), un psíquico que en el pasado ha sabido ayudar exitosamente a las fuerzas de la ley a resolver casos complicados.
La trama sigue la típica estructura de los film criminales, donde cada víctima entrega una nueva pista sobre el asesino, al mismo tiempo que aquellos que persiguen dichas pistas comienzan a involucrarse más de lo debido, poniendo sus propias vidas en riesgo. Decimos que es un film que parece sacado de otra época, más precisamente de los 90, similar a Pecados Capitales (Seven, 1995) y El Coleccionista de Huesos (The Bone Collector, 1999), en particular por la forma de plasmar en pantalla la relación entre los detectives, los modos elusivos del asesino y la dosficicación de información que va dando forma al rompecabezas.
Las referencias a Pecados Capitales no son para nada fortuitas. El guión de este film se había pensado incialmente como una continuación directa de aquella, pero ante la negativa del director de la película original, David Fincher, se optó por cortar -de la mejor manera posible- los nexos. Este es un film que estuvo dos años “cajoneado” en busca de un distribuidor que aún sigue esperando en Estados Unidos, su país de origen. Para los curiosos que noten algo fuera de lugar en el poster promocional de la película (bastante evidente), vale aclarar que estamos ante uno de los síntomas típicos de esas producciones que sufren contratiempos, reescrituras, problemas de distribución, etc.
El giro novedoso que se le intenta dar desde la impronta “psíquica” es un arma de doble filo: por un lado busca aportar un poco de aire fresco al subgénero detectivesco, y por el otro las visiones propiamente dichas del psíquico terminan por adelantar demasiadas pistas referentes a la resolución del conflicto. No vamos a decir que espoilea el final pero va brindando, premonición tras premonición, una idea bastante clara de cómo podría decantar el final. Este poder permite al psíquico ver posibles resoluciones alternativas para diversos escenarios hipotéticos, pero el film por momentos abusa demasiado de ese recurso y se pierde un poco el factor sorpresa.
El misterioso asesino, interpretado por Colin Farrell, tarda demasiado en hacer su aparición dentro del relato: sin duda la película podría haber aprovechado sus ricos intercambios con Clancy si hubiese contado con más escenas que los unan. En una segunda línea de lectura, el film de Afonso Poyart intenta poner sobre la mesa el dilema de la eutanasia y el derecho a una muerte digna, pero en pos de agregar una mayor cuota de dramatismo al relato, se pierde esa intención inicial de plantear un debate sobre el fin de la propia vida.
En resumen, tenemos un film con un guión poco inspirado y una trama que dista de ser novedosa, cuyo mayor punto a favor radica en contar con buenos actores que saben hacer su oficio, pero a la vez se topan con una obra que no se anima a hacer algo distinto y se conforma con cumplir los mínimos requerimientos del género.