Las premisas más absurdas requieren de un alto grado de credibilidad de parte del espectador para que funcionen. Y en eso tienen mucho que ver la convicción y el talento del director para creerse y hacernos creer la historia que nos está contando. EN LA MENTE DEL ASESINO es el tipo de película que se mueve en un área gris entre el absurdo y el ridículo, pero hay algo de la pasión y los mecanismos puestos en juego por el director brasileño Afonso Poyart que la hace entretenida. Creíble, nunca. Pero divertida por lo pasado de rosca, sí.
Poyart viene del mundo de la publicidad y eso queda clarísimo de entrada: por el tipo de secuencias que arma, por la manera en la que se obsesiona por encuadrar y editar como si alguien lo corriera de atrás con un cronómetro y, especialmente, por la enorme cantidad de efectos de todo tipo que usa, efectos que nos sorprendían en la época de MATRIX y EL CLUB DE LA PELEA pero que hoy son un tanto, cómo decirlo, propiedad de avisos de Nike o marcas de ese tipo. De manera similar a algunos cineastas asiáticos, Poyart se desprende por completo de la plausibilidad y utiliza el cuadro cinematográfico para componer una suerte de coreografía bizarra e intensa que tiene muy poco sentido pero siempre resulta entre fascinante e irritante de ver.
_C6A9586.CR2La premisa, digámoslo, es estúpida. De existir un “vidente” con 100% de efectividad que colabore con la policía en la resolución de casos el tipo actuaría previamente (o, al menos, in fraganti) y nada de lo que vemos jamás sucedería. Pero supongamos que a John Clancy (Anthony Hopkins, haciendo una versión sonámbula de Hannibal Lecter con la cabeza en la chequera) sólo lo llaman para casos extremos no sea cosa que sus talentos como clarividente se gasten. Eso es lo que sucede cuando un asesino en serie aparece matando gente de maneras estrambóticas –como todo asesino serial que se precie de tal– y para los agentes del FBI que tratan de encontrarlo resulta imperiosa la ayuda de Clancy.
Los investigadores son Katherine Cowles (la australiana Abbie Cornish) y Joe Merriweather (Jeffrey Dean Morgan, el sosías norteamericano de Javier Bardem). Joe está acostumbrado a colaborar con el traumado y enigmático Clancy, pero para Cowles –que nunca vio EL SILENCIO DE LOS INOCENTES, aparentemente– manejarse con este extravagante personaje es toda una novedad. Aún así, su imitación de Jodie Foster es bastante efectiva…
solaceClancy ve el futuro de las personas muchas veces con solo tocarlas, lo que en el filme se transmite como una serie de imágenes bizarras, deformes y clipeadas que parecen sobrantes de la apertura de TRUE DETECTIVE. Uno sabe que pasarán cosas graves pero, montaje mediante, no sabe bien ni qué ni cuándo ni cómo. Y parece que él tampoco lo sabe bien, por culpa de ese montajista de MTV que tiene en la cabeza y que torna inexplicable muchas de las imágenes. Mientras los asesinatos se siguen sucediendo, Clancy empieza a tener visiones y explicaciones de mucho de lo que pasó y pasará, pero no parece querer compartirlas todas. El asesino, se da cuenta, es alguien igual o más inteligente que él –y con similares “poderes”– que, evidentemente, está metido en un juego de ver quién gana el Mundial de Clarividencia. Por ahora, Clancy lo pierde.
Los motivos del asesino son bastante absurdos y la investigación igualmente imposible, pero están contados con la convicción de quien sabe que la única forma de que uno compre es que se distraiga con el papel picado. Y lo que hace Poyart es llenar la película de firuletes y jueguitos, algunos muy efectivos y otros decididamente tontos, pero la mayoría de las veces inesperados o al menos llamativos, como ese constante avanzar y rebobinado de secuencias sin que sepamos si están sucediendo realmente o están siendo previsualizadas por nuestro ajedrecista del tiempo. Es una de esas películas en las que uno termina más interesado en ver qué nuevo recurso inventa o recrea el director que por la trama en sí. Y ni hablar de los personajes.
solaceHabrán visto que Colin Farrell es uno de los protagonistas, pero al mejor estilo de ciertos clásicos de los ’90 que evidentemente influenciaron a los guionistas, el hombre aparecerá tarde en una especie de switch de protagonistas que sería mejor no revelar aquí. Cuando Colin aparece –en una situación que parece haber sido calcada de las escenas de bar de TRUE DETECTIVE 2, serie que en realidad fue filmada después de esta película, rodada en 2013– es como si empezara otro filme. Desde ese momento, los trucos estilísticos crecen más y más, y lo que era una especie de investigación criminal se convierte en un duelo y persecución donde las incomprensibles visiones cliperas empiezan a tener cierto sentido. Lo mismo que las pretensiones filosóficas de los involucrados en este trabalenguas audiovisual.
EN LA MENTE DEL ASESINO es, definitivamente, un producto raro, fallido, de esos que evidentemente no resultaron como lo esperado por sus financistas. Pero esa rareza, esa cosa inusual y hasta ridícula, es la que le da cierta gracia frente a tantos thrillers y policiales competentes y prolijos que circulan por ahí. La película de Poyart no es ni competente ni prolija y eso la vuelve un objeto raro, un gran WTF de más de 100 minutos…